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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

 

 

A medida que nos acerquemos al 27 de octubre el aire se llenará de consignas, de imágenes, de palabras, de afirmaciones, de desmentidas, de romances, de afirmaciones y de negaciones. Pero esta vez la batalla electoral por venir se parecerá en mucho al preludio de otra batalla más grande y poderosa: la batalla cultural. Esa batalla, en su momento más definitivo y dramático, se desarrollará en las presidenciales del 2015, pero como no sucede en un solo acto, sino en varios, el más inmediato es el 27 de octubre.

 

 

Por Jorge Giles*

(para La Tecl@ Eñe)

Estamos a días de una nueva cita con las urnas.

 

A medida que nos acerquemos al 27 de octubre el aire se llenará de consignas, de imágenes, de palabras, de palabreríos, de afirmaciones, de desmentidas, de romances, de afirmaciones y de negaciones. Las campañas suelen ser así.

Pero esta vez la batalla electoral por venir se parecerá en mucho al preludio de otra batalla más grande y poderosa: la batalla cultural, esa de la que tanto se habla desde que llegaron los Kirchner al gobierno. Esa batalla, en su momento más definitivo y dramático, se desarrollará en las presidenciales del 2015, pero como no sucede en un solo acto, sino en varios, el más inmediato es el 27 de octubre.

 

Podríamos decir con todo rigor político que venimos transitando y protagonizando esta batalla cultural desde que Néstor Kirchner dijo en su asunción que “pertenecemos a una generación diezmada y…que no vamos a dejar nuestras convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno”. O si se prefiere cuando descolgó los cuadros de los genocidas. O cuando habló frente a la ex Esma. O cuando dijo No al ALCA junto a Chávez y Lula. O cuando  fue a Londres a poco de asumir y espetó en el rostro al premier inglés, Tony Blair, por primera vez en la historia entre ambas naciones: “vengo a hablar de la soberanía en Malvinas”.

 

Podríamos decir, si se prefiere así, que la batalla cultural se profundizó cuando Cristina Fernández de Kirchner inició la etapa de profundización redistributiva del kirchnerismo y cargó contra la ofensiva conservadora de la vieja y de la nueva oligarquía y de la oligarquía diversificada y sus  socios políticos, concientes e inconcientes,  que arremetían en complicidad con la patronal rural. O podríamos decir que la batalla cultural en serio fue y es contra el poderoso Grupo Clarín porque su poder resume y expresa todos los otros poderes.

 

Y la verdad que todo eso es cierto y que nada es contradictorio en el camino que venimos haciendo, golpe a golpe, verso a verso, desde el 2003. De ese menú de pequeñas grandes batallas culturales cada uno escogerá  la que mejor le venga a su saber y entender. Pero todas ellas forman parte de un todo y ese todo está en pleno desarrollo contradictorio.

 

¿Qué une en esencia todos estos momentos? El conflicto irresuelto por la formación socio económico de la nación argentina y en consecuencia, la puja redistributiva del ingreso y la riqueza.

 

Hemos acordado, los argentinos, dirimir nuestras cuestiones en diversos terrenos de la democracia. “Dentro de la democracia, todo;  fuera de la democracia, nada”, diríamos parafraseando a Perón. El momento laudatorio en cada coyuntura es el momento de emitir el voto y elegir representantes.

 

Cada elección se deberá entender, entonces, en este marco general. Si no fuera así, estaremos derrotados antes que termine la jornada, porque habrá significado que nos resignamos a concebir el acto electoral como el mero maquillaje de una participación ciudadana que no decide nada. Como era antes del 2003.

 

Es preciso que marchemos victoriosos a la hora de dirimir posiciones. Se podrá ganar o perder después y cualquiera fuera el resultado en las urnas, habrá que tener el temple necesario para saber procesarlo y utilizarlo en mayor voluntad de cambio, en mejor organización política y en más transformaciones gubernamentales. Todo sirve. Se aprende en la victoria y se aprende en la derrota. Siendo partes de esa generación diezmada, como decía Kirchner, hay suficiente experiencia para saber que se aprende en la libertad de las calles y las plazas y se aprende en la libertad que se puede y se debe inventar entre las cuatro paredes de un frío y oscuro calabozo.

 

Pues bien, en los días que quedan de aquí hasta el 27 de octubre, hay una manera de empoderarnos de poder democrático: el boca a boca.

 

Los momentos épicos siempre están llenos de palabras. Y a veces hasta se deciden con palabras. La historia está llena de ejemplos.

Para abreviar, nos animamos a decir que todos deberíamos ser Juan José Castelli en esta etapa. Castelli, el orador de la Revolución de Mayo, no agotaba sus combates en el verbo fácil, una obviedad. Pero sabía encontrar el argumento eficaz para abonar y cimentar las batallas que daba contra el colonialista y contra los colonizados. Su primo y amigo, Manuel Belgrano, fue maestro entre maestros en esas lides. Su interpelación ante la decisión tomada de llamar al Éxodo jujeño no fue sólo contra los realistas, sino también contra los de adentro, los amanuenses, los temerosos, los serviles del enemigo, los cipayos como los llamaríamos hoy.

 

Hoy es preciso que a la infantería poderosa de la Asignación Universal por Hijo y el Plan ProCreAr y el mejor salario real de América Latina y el Matrimonio igualitario y a la Ley de Medios y a la vuelta del trabajo y la producción y el consumo, le sumemos el valor de la palabra. De eso se trata.  

 

Quedó claro y a la vista de todos que el candidato del poder económico es Sergio Massa. No importa si lo quieren o no lo quieren, si confían en él o no. En esas madrigueras sólo hay podredumbres, no sentimentalismos.  Pero es el más eficaz que encontraron a la hora de sumar voluntades y votos. El poder tenía una necesidad imperiosa  de encontrar un receptor de los logros alcanzados con el alcance de su artillería mediática. ¿De qué valdría la alta performance del mascarón de proa, Lanata, de cada editorial y tapa de Clarín y La Nación, de cada propagadora del monopolio si no encontraran un instrumento electoral que lo capitalice? Probaron con Carrió, con Macri, con Solanas, con dios y María y santísima y no dieron pie con bola. Ahora festejan con champagne francés pues al parecer, Massa es el talle que mejor les calza.

 

Es en este instante donde se presenta en toda su desnudez la tarea del intelectual comprometido con su pueblo. Del trabajador comprometido con su clase y con su pueblo. Del ama de casa comprometida con la familia y con su pueblo. Del científico comprometido con el avance de la ciencia y con su pueblo. Del empresario comprometido con el mercado interno y con su pueblo. Y esa tarea no es otra que empoderarse con el mensaje de construir una sociedad mejor, más justa, más inclusiva y denunciar al mismo tiempo a los que preparan el filo para pasar a degüello cada una de las conquistas de estos años.

 

Habrá que estar preparados para cualquier arremetida desesperada del poder. Por si gana o por si pierde posiciones.

Hay una propaganda comercial en estos días que se precia de ser miserable, analfabeta y vaciadora culturalmente y en la que una doña Rosa pega un grito ante la mesa familiar vocinglera de los domingos y dice “¡basta! ¡Se acabó! “Acá no se discute más de política” y etcétera, etcétera.

El resultado es que efectivamente todos se idiotizan, se infantilizan en el termino más degradante y hablan del estornudo de un oso panda.

 

Qué bueno sería en una mesa así, con respeto y cordialidad, preguntarle a esa doña Rosa: “¿y por qué no vamos a hablar de política justo ahora que la recuperamos?”

 

En otra mesa, en otro ámbito, allí donde se discute hasta el cansancio si el kirchnerismo es revolucionario o burgués, bien valdría citar la Tesis sobre Feuerbach número 11 de Carlos Marx: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

 

Y si se quiere ser menos drásticos que Marx y darle una pátina política a su maravilloso texto, bien valdría recordar la reescritura, en 1888, de su amigo Engels: “Los filósofos, hasta el momento, no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, ahora de lo que se trata es de transformarlo”.

 

Nótese que Marx escribió estas Tesis filosóficas en 1845. Es decir, el mismo año que aquí se libró el Combate de la Vuelta de Obligado contra la poderosa flota anglo-francés.

 

En esas aguas navegamos.

Y mientras navegamos, como decía Carlos Auyero, construimos nuestro barco.

 

 

*Periodista y Escritor

 

 

 

 

Golpe a golpe, verso a verso

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