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Disputa estética, disputa por el poder

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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

 La atención que medios de los grupos empresarios dominantes o sus satélites prestaron a la cuestión de las calzas usadas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio lugar a varias interpretaciones, con matices, variantes y puntos de vista que merecen atención.

 

 

 

 

 

 

Por Hugo Muleiro *

(para La Tecl@ Eñe)

La atención que medios de los grupos empresarios dominantes o sus satélites prestaron a la cuestión de las calzas usadas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio lugar a varias interpretaciones, con matices, variantes y puntos de vista que merecen atención.

 

   Hubo consideraciones según las cuales los artículos publicados en las ediciones en línea de los diarios Clarín y La Nación el 20 de septiembre después del acto de la presidenta en Ezeiza, no indican otra cosa que un periodismo “bobo”, dedicado a trivialidades sólo en función de su afiebrada militancia opositora. La jefa de Estado arriesgó también su diagnóstico, afirmando que la preponderancia dada aquel día a su aspecto y su indumentaria, que precipitó consideraciones de lectores en la web, fue una forma de ocultar lo principal: la rehabilitación del predio, un espacio público abierto que es una expresión clásica de acción peronista en el gobierno, con la reconstrucción de 400 de 1.300 hectáreas, la rehabilitación de piletas y la inauguración de un polo productivo. “Era tan monumental lo que hizo el peronismo, y que nosotros recuperamos” que “para no hablar de eso, pusieron lo de las calzas”, declaró en el reportaje con Jorge Rial.

 

   Entre muchas interpretaciones disponibles, se destaca la mirada siempre aguda de la periodista Sandra Russo, quien marcó que se puede notar con facilidad, inclusive en las fotografías “de familia” de los grandes foros internacionales, que las mujeres que ejercen el gobierno se presentan en la gran mayoría de los casos masculinizadas, con trajes o vestidos rectos y en extremo sobrios. Cristina Fernández de Kirchner, afirma Russo, es una excepción, en el sentido de que su figura femenina no es ocultada; es por el contrario visible, en especial por su cintura. Esto, en el caso de las calzas, quedó en apariencia más acentuado. Y, según el análisis de la periodista, este aspecto es lo que provoca la reacción de los sectores más conservadores y recalcitrantes.

 

   Conviene detenerse en ciertas palabras, ciertos tonos y pliegues expresivos usados por Clarín, con la firma de Carmen Acevedo Díaz, bajo el título “Cristina en calzas: sí, no, mmhh…”

 

   El artículo parte de una introducción general sobre las calzas para luego comenzar a deslizar su postura, ya que menciona que la “presidente” (masculinizada desde el vamos al nombrarla en el cargo, en adhesión fanatizada a la norma gramatical) vistió una camisa “apenas” pasando la cintura y “se animó a experimentar con este diseño, que si bien suele ser muy sentador (afina la figura como no lo hace ningún pantalón) tiene sus exigencias”. Asoma la primera sentencia condenatoria, cuando agrega que Cristina Fernández de Kirchner “pasó por alto” las así llamadas “exigencias”, aunque le concede: “No importa, seguramente, en la próxima podrá hacer los ajustes para que le queden mejor, mirándose al espejo, recordando su investidura y pensándolo dos veces”.

   Enunciados sencillos, amabilidad coloquial, palabras y objetos familiares para lo que sin embargo puede ser mirado como un furibundo gesto de poder: detrás de una consideración estética está el dictado de lo que la presidenta debe hacer, inclusive con su aspecto. Se le manda mirarse al espejo, pensar dos veces y “recordar su investidura”, lo que induce a pensar que en Ezeiza la olvidó.

 

    El conservadurismo acérrimo cierra estas pocas oraciones de Clarín: “…Si bien la moda no incomoda y ya casi no tiene edad, hay una regla que se mantiene, la prudencia” (las “negritas” son del original). 

 

   La tensión de este medio dominante con la gestualidad del kirchnerismo es asunto frecuente y conocido. Se ven las primeras señales ya en 2003, pero no es exclusividad de este período: si la conformación y afianzamiento de los medios de difusión a lo largo de la historia argentina es la de un poder político, económico y cultural, lo que estas pocas líneas están mostrando es un capítulo más de una confrontación ya vivida, en ocasiones innumerables.

 

   Uno de las operaciones más aberrantes de los medios convencionales para abatir a un gobierno legítimo es, como se sabe, la que terminó con la presidencia de Hipólito Yrigoyen. El mote aplicado al líder radical, “Peludo”, podía ser cariñoso entre algunos correligionarios –sólo los leales- pero también un estilete usado para corroer su autoridad institucional, que es el efecto directo que producía –y produce todavía hoy- observar la caricatura que de él publicaba el diario Crítica, de cuya sede en el centro de Buenos Aires partieron civiles para acompañar a los militares alzados en Campo de Mayo. En tanto, en los diarios más conservadores proliferaban descalificaciones a las “turbas hediondas” que acompañaban y admiraban al presidente plebeyo. Era el criollaje, la “chusma” yrigoyenista, después los “cabecitas negras” del peronismo, que venían a romper con un molde estético diseñado para el poder por la minoría culta e ilustrada, que entonces y ahora se considera la única autorizada para dictar sobre formas y colores de presidentes y funcionarios, y para trazarles la línea de la “prudencia”.

 

   En fin, que no parece haber trivialidad alguna en esas líneas, mezquinas en expresividad pero muy sugerentes en contenido, mucho menos si se las inserta en el conjunto informativo en juego, en el que el intento por condicionar y restar poder a los dos años de gestión que la presidenta tiene por delante incluye claves también vistas en el pasado, en los períodos en que se gestó la interrupción de períodos constitucionales: señalaciones sobre corrupción generalizada y fuera de control, encarecimiento repentino de precios de productos básicos, gasto público intolerable -con énfasis especial en sobreabundancia de empleados públicos-, presidentes aislados, “entornados”, desconectados de la realidad, pésimas elecciones en política exterior y muy variadas hipótesis sobre salud, con diagnósticos rotundos sobre padecimientos mentales. Con los giros propios de las evoluciones del lenguaje, lo que se expresa una vez más es el propósito de manipular el poder político.

 

*Periodista y escritor, autor junto con Vicente Muleiro de “Los Garcas, una tipología nacional”

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