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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

El peronismo en la mira. 

Sergio Massa no solamente decidió ir por afuera del Frente para la Victoria. Su deslizamiento político-ideológico hacia una progresiva asunción del diagnóstico y la agenda política que ha sostenido la oposición antikirchnerista durante los últimos cinco años, es indiscutible. El capítulo que ha iniciado la derecha es el del armado del componente popular de la coalición social de apoyo a una nueva oleada neoliberal en la Argentina. Es posible que sea desde esa perspectiva que convenga mirar los pasos próximos de Massa.

 

Por Edgardo Mocca*

(para la Tecl@ Eñe)

¿Cuáles son los límites de una “interna peronista”? Nadie se atrevería a dar una respuesta clara y terminante: ni la pertenencia al partido ni la disciplina en el seguimiento de las políticas que impulsa la conducción parecen ser criterios decisivos a la hora de determinar quién está adentro y quién está afuera. Un intérprete pragmático aconsejaría considerar como un factor clave el volumen político y electoral de quien pretenda incluirse en la competencia; desde ese punto de vista la oportunidad de volver para alguien que se fue será  directamente proporcional al éxito de su excursión por el exterior. Massa, por ejemplo, podría participar de una interna peronista con vistas al 2015, de confirmarse su triunfo electoral en las legislativas de la provincia de Buenos Aires. No se sabe si el intendente de Tigre quiere participar en esa puja y tampoco si sus adversarios internos aceptarían esa participación. Pero hay un factor que el pragmatismo –por lo menos el pobre pragmatismo que suele proclamar esa fórmula utilitaria como clave absoluta del comportamiento de una fuerza política- suele no tener en cuenta. Ese factor es el tipo de realineamientos que una conducta política –en este caso, la participación en una confrontación interna- produce en el eventual campo de apoyo social y político al actor del caso.

            Massa no solamente decidió ir por afuera del Frente para la Victoria. Su deslizamiento político-ideológico hacia una progresiva asunción del diagnóstico y la agenda política que ha sostenido la oposición antikirchnerista durante los últimos cinco años (más o menos desde el conflicto agrario y la guerra lanzada por el grupo Clarín contra el gobierno) es indiscutible. La conformación de las listas electorales y el elenco de figuras que lo rodeó desde el principio ya había adelantado, en realidad, ese rumbo que las primeras declaraciones después de la ruptura habían procurado ocultar: la alianza, explícita aunque negada con el PRO, y la presencia de la derecha sindical y política del peronismo a su alrededor configura una réplica del armado que De Narváez encabezó en 2009 y que no pudo rearmar ahora, justamente por las expectativas que fue generando Massa.

 

La reunión que Massa tuvo en Santa Fé con Reutemann y con la mesa de enlace en pleno es una señal inequívoca: nada puede señalar con tanta precisión el rumbo adoptado como esa fotografía. No estuvo De la Sota, seguramente más por razones de cartel político que de inclinación ideológica; su presencia hubiera sido ilustrativa del perfil del proyecto político que encarna el tigrense. Hace cuatro años, en la euforia sojera por el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires de 2009, Héctor Huergo sintetizó en un artículo escrito en Clarín  la mirada estratégica de ese sector sobre el futuro del país. Habló del “triunfo de la Argentina verde y moderna” sobre la de la “cuenca de la Matanza-Riachuelo”. El eje Rosario-Córdoba era la síntesis del nuevo paradigma que había triunfado; el soy power (poder de la soja) lo llamaba Huergo. Esa constelación de los núcleos más concentrados del poder financiero entramados con los grandes propietarios de tierra no ha dejado de funcionar activamente nunca en la historia que empieza con la dictadura cívico-militar y es la heredera de viejas configuraciones oligárquico-conservadoras. La cuestión de los medios de comunicación monopólicos no puede divorciarse de este bloque social, del que forman parte y de cuyas estrategias políticas son voceros principales. Es posible que sea desde esa perspectiva que convenga mirar los pasos próximos de Massa, porque el capítulo que ha iniciado la derecha es el del armado del componente popular de la coalición social de apoyo a una nueva oleada neoliberal en la Argentina. Ese componente popular lo puede proveer el peronismo, tal como quedó ampliamente demostrado en la experiencia de los gobiernos de Menem. Se puede discutir y de hecho se discute si eso seguirá siendo así. Macri, por ejemplo, dijo en el famoso artículo donde habló del círculo rojo que su proyecto presidencial partía del ocaso de las viejas identidades (obviamente no lo dijo así pero así me lo recuerdan mis propias palabras). Fue una declaración estratégica inequívoca y, con seguridad, seriamente calculada. El grupo macrista ha comprendido rápidamente que la línea de construcción neoconservadora hegemónica se ha desplazado (o se ha terminado de desplazar) desde una configuración de derecha liberal clásica, sostenida centralmente en el discurso antipolítico y antipartidario, hacia la clásica figura del “péndulo” peronista que ahora está en condiciones de girar desde el populismo nacionalista hacia la condición de partido del orden, capaz de asegurar a la vez ajuste neoconservador y gobernabilidad política.

 

            Esta visión del peronismo en clave de partido atrapatodo, o de partido-estado, capaz de “gerenciar” la red federal- social-estatal que sostiene a los gobiernos de ese origen suele combinarse con la noción del peronismo como sistema político en sí mismo. Tiene, por supuesto, un fuerte anclaje en la realidad y explica buena parte del fondo de las estrategias que sostienen sus actores. La cuestión es cómo se enlaza esa visión político-conductista con el mundo de las fuerzas económicas y sociales entre las que discurre la política concreta. Hay en ese sentido un déficit de mirada “sociológica” (que, en realidad no lo es, sino que es profundamente política) que vea al grupo político dentro de un campo específico de apoyos, rechazos, pertenencias y resistencias que es lo que va generando la trama, el “ambiente” en el que vive el partido. Ese ambiente político es el que registra los resultados de toda acción política; siempre tiene ganadores y perdedores, conservadores y transformadores. El peronismo realmente existente es esa estructura de gobernadores, intendentes, sindicalistas, empresarios, funcionarios y militantes sociales que se mueven en su red. Es una estructura que se ha reconfigurado en los últimos diez años con nuevos actores sociales, culturales y generacionales y que se ha enriquecido, por lo menos parcialmente, con una discusión política más franca y más activa. ¿Puede esa red, tal como es hoy desplazarse suavemente al lugar en que el peronismo se encontraba en el año 2003? Si todo se reduce al utilitarismo, la respuesta es fácilmente afirmativa: hay que ir detrás de quien se presenta como el candidato con más potencial. Pero esa es una visión torpe del voto, sus condiciones y sus proyecciones. El voto mueve a la política pero a la vez es hijo de la política. Entonces si yo participo como actor político dentro de una red social específica con intereses relativamente comunes puedo defender mis posiciones en lugar de entregarlas.

 

            Como cable a tierra de estas especulaciones, veamos la desacostumbrada actividad que tiene el PJ en estos días pasados desde las primarias abiertas. Acaba de emitir un documento surgido en una reunión a la que no faltó ningún actor interno significativo (hablando, obviamente de quienes forman parte del sostén político del actual gobierno). No es muy difícil la interpretación de este hiperactivismo partidario como el trazado de una línea demarcatoria y de una disposición a defender el propio territorio. Entre esos participantes hay un conjunto de gobernadores que tienen mucho interés en mantener políticas que han mejorado de modo evidente la situación de sus provincias, en todos los indicadores relevantes. La política de redistribución de recursos no fue en estos años solamente social sino también regional y provincial. El país federal actual no puede parangonarse con la época de las “provincias inviables” como decían el Banco Mundial y muchos doctos economistas de aquí. Es posible que la situación del peronismo después de las elecciones legislativas no sea de tan sencilla evolución como lo imaginan las derechas que impulsan el neomenemismo. Ese reactivado justicialismo no es una columna homogénea y disciplinada alrededor de la presidente: tiene en su interior muchos referentes que de modo totalmente razonable quieren ser candidatos y otros que por lo menos quieren influir seriamente en esa elección.

 

            Pero además hay otro factor: Massa tendrá que desarrollar sus posiciones internas en el peronismo sin lastimar las bases de apoyo que tiene fuera del movimiento, entre las clases medias atraídas más bien por el discurso antipolítico. Es muy curioso, dicho al pasar, cómo se frenó el ímpetu de los manifestantes caceroleros después de su irrupción. Sus espontáneos impulsores han decidido de algún modo y por algún motivo esa conducta. Como vimos, en la derecha conviven dos interpretaciones, la del agotamiento de la “vieja política partidista” y la de la necesidad de la conquista del peronismo como garantía última del triunfo electoral. No será fácil compatibilizarlas. Porque se trata de almas bien diferentes que solamente en ciertas ocasiones históricas pueden coaligarse. Pero también porque el gobierno, como se reveló en estos últimos meses, no está organizando ninguna retirada, ninguna “transición” sino que sigue conservando el poder de la única manera que se puede, es decir ejerciéndolo.  

 

 

* Politólogo

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