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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

Bailando con Krapp

 El presente texto que nos envía Damián Huergo, fue escrito y leído por su autor en la presentación de Bailando con los osos, de Fernando Krapp, en Noviembre de 2013.

 

 

Por Damián Huergo*

I

Hace un año, más o menos, me tocó reseñar El loro que podía adivinar el futuro de Luciano Lamberti. A la par, había vuelto a leer Bailando con los osos; esta vez como libro total. La idea principal de esa reseña fue un plagio; un autoplagio de algo que aun no había escrito pero que venía craneando desde hacía tiempo, desde que Krapp me empezó a pasar sus cuentos para que corrija, comente, aplauda o para que limpie el semen del teclado de la Compaq que me había donado el Ejército de Salvación. Así que voy a aprovechar esta presentación para hacer un acto de justicia, uno de esos ajustes literarios que no les interesa a nadie, ni siquiera, creo, a sus protagonistas.

Decía en la reseña que, desde hace unos pocos años, la literatura argentina experimenta un saludable regreso al género. Vuelven a deambular zombies, a brillar ovnis, a atravesarse portales. Bailando con los osos es parte de ese regreso. Lo que es necesario aclarar es que Krapp, cuando estuvo escribiendo el libro, no conocía a la mayoría de los autores, por no decir a ninguno. Sin embargo, ese desconocimiento no impidió que sintonizara con algo que estaba en el aire.

 

II

En pleno boom del carverismo cafierista (algunos carveristas son para Carver lo mismo que ciertos marxistas para Marx), Krapp me pasaba cuentos con zombis o de hombres que mutaban a perros por la hiel de la convivencia. Su pulso, por lo general, tiraba para lo siniestro, lo extraño, lo raro. Cada tanto metía algún cuento realista. De esos, muchos quedaron afuera; sólo se publicaron los buenos: “La fatalidad de las cosas”, por ejemplo. Un cover de uno de los mejores cuentos de nuestra literatura, de la saga de los irlandeses de Rodolfo Walsh. Una lectura acelerada, podría pensarlo como una movida estratégica para adscribirse a una tradición. Nada más equivocado que eso. La escritura de Krapp no funciona de ese modo. Su trabajo es atemporal, que no es lo mismo que decir ahistórico.

 

El suelo histórico de Bailando con los osos está en la educación sentimental de Krapp; allá en los noventa, donde el consumo cultural fue un refugio para los jóvenes hiperescolarizados. Tal consumo iba desde el Cine Shampoo a la medianoche por el Trece hasta a los Expedientes X. Como para muchos de nuestra generación, el consumo cultural y la amistad fueron lugares de pertenencia, modos de socialización, de resistencia, de encuentro, de agite.

No voy a entrar en detalles de cómo nos conocimos, ni de otras historias costumbristas -con épica trash- del conurbano. Pero sí viene al caso contar que de esas primeras birras compartidas, me sorprendió que Krapp hablaba de King, Ballard (ahora lo leen todos, dijo hace poco en un tuit), Millhauser, Dick, Steinbeck, Hemingway, Burroughs, Irving, Bolaño, Twain y de muchos otros, como si pertenecieran a una misma familia disfuncional. Tirabas un nombre y te devolvía su mejor novela. La tenés que leer, decía. Krapp parecía haberlo visto y leído todo. Al igual que a Fresan, yo no le creía nada. Pero me gustaba, eso supongo, la verosimilitud con la que pensaba que me mentía.

Esa es la marca histórica -por lo tanto política- de su literatura.

 

III

La literatura de Krapp aumenta su valor al diferenciarse de la subjetividad programática. Es decir, en sus textos como en su imagen de autor, no hay un programa establecido ni un sistema de postas para la carrera de escritor. Tampoco se cuelga de los huevos de autores consagrados, ni -menos que menos- considera la amistad de editores o de otros escritores como piezas de ajedrez. Por lo contrario, su literatura tiene la expresividad de la inocencia y de lo inefable.

Pero ¿qué es un inocente?

 

En el imprescindible ensayo Los redondos. Una biografía política de Patricio Rey -escrito por el Colectivo Perros Sapiens-, dice que el inocente es aquel que se aleja del cálculo, aquel que no es mezquino en sus movimientos, que se manda y corre riesgos a pesar de su fragilidad -que no es lo mismo que debilidad. El inocente -dicen- se expone, descubre su potencia al enfrentar el peligro, al buscar lo posible, aunque lo desconozca.

 

Eso sucede con la literatura de Krapp. Es una literatura del riesgo, del riesgo de la inocencia. Por ejemplo, allí donde tiene que marcar agradecimientos hace salir a un genio de una lata de gaseosa. O, en otro caso llamativo -que Juan Bautista Duizeide nombró en la contratapa-, de tanto exponerse al escribir, tuvo que dejar afuera uno de los mejores cuentos sobre escritores que se hayan escrito en nuestro camping literario.

 

IV

A pesar de la experimentación propia del inocente, la narrativa de Krapp es clásica: no busca la ruptura formal ni el extrañamiento ilegible; tiene la intención de ser atractiva, de generar empatía. Por eso no se enreda en la abulia para dar cuenta de su época o de su erudición. Al contrario, revitaliza la aventura, el misterio detrás de los misterios. En todos los cuentos se abre la noción de que hay algo escondido, cercano, que no podemos ver pero que debemos abordarlo. Hacia ese lugar hay que ir, parece decirnos. Hacia ese lugar van los doce monstruitos de Bailando con los osos.

 

Por mantenerse en el orden de la inocencia, Krapp hace tal recorrido con un equipaje liviano. Por eso puede saltar hacia el abismo. Y en el abismo, advertimos, permanece lo inefable: lo que no se puede decir, lo que no se sabe cómo decir, lo que ni siquiera se conoce qué es. Por eso la mayoría de los personajes de los cuentos usan la muletilla “no sé”. Hacia allí nos lleva Krapp, bailando, entre osos, zombis tangueros y bebés viscosos. Queda en nosotros, sus potenciales lectores, el desafío de seguirlo y de animarnos a leer con la luz apagada.

 

 

*Escritor, Periodista y Sociólogo

 

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