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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

Crítica del lenguaje informativo. Psicología y gramática de una estafa

Existe desde hace tiempo una actividad en la que el uso de la lengua es fundamental: el periodismo. Esta profesión consiste en hablar en público y sobre todo en escribir, es decir, en usar la lengua con corrección y de manera apropiada. Es por esto que tanto en la formación como en la labor habitual de los periodistas, la preocupación por la norma y el estilo debería ser ineludible. Sin embargo, dista mucho de serlo.

Por Flavio Crescenzi*

(para La Tecl@ Eñe)

 

 

La diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída.

Oscar Wilde

 

 

 

El periodismo es la síntesis y el comercio de la curiosidad. Pero mientras la curiosidad del pensamiento y del bien es rara, la curiosidad del hecho es general porque es instintiva. Lo indispensable es el hecho. Del hecho parten el sabio, el esteta y el moralista que desprecian la prensa, y con el hecho se contenta la enorme mayoría cuya sola cultura es la prensa, y que no va más allá de la sensación y de la imagen corriente.

Rafael Barrett

 

I

Existe desde hace tiempo una actividad en la que el uso de la lengua es fundamental: el periodismo. Esta profesión consiste en hablar en público y sobre todo en escribir, es decir, en usar la lengua con corrección y de manera apropiada. Es por esto que tanto en la formación como en la labor habitual de los periodistas, la preocupación por la norma y el estilo debería ser ineludible. Sin embargo, dista mucho de serlo. Nos invade un barbarismo sintáctico, cada día más extendido en los llamados “medios masivos de comunicación” o “mass media”. Me refiero al empleo del potencial o condicional (hablaría o habría hablado) con el sentido de suposición.

 

EJEMPLOS:

 

  • En la huelga habrían participado más de cien mil trabajadores. En vez de: Se dice que en la huelga participaron más de cien mil trabajadores.

  • Uno de los detenidos sería miembro de un grupo subversivo. En vez de: Se cree que uno de los detenidos es miembro de un grupo subversivo.

 

Los ejemplos presentados son en realidad oraciones condicionales incompletas. Obsérvese como sería la sintaxis de la primera oración si se hubiera redactado de manera completa: En la huelga habrían participado más de cien mil trabajadores, si los sindicatos se hubieran puesto de acuerdo. Nótese que la oración correcta está constituida por dos partes: la prótasis y su apódosis. La prótasis introduce el supuesto, la hipótesis, con frecuencia acompañada por la conjunción si en español (en segundo término en el ejemplo), mientras que la apódosis indica la consecuencia o el resultado de lo expresado por la condición.

 

Pero ¿entonces a qué se debe este mal uso? Pues bien, el solecismo denunciado viene de Francia, por consiguiente, se trata de un galicismo. Sucede que los franceses utilizan el condicional hipotético o de suposición para señalar un hecho dudoso, eventual, especialmente cuando se presenta como rumor, cuando no se puede garantizar su objetividad. Semejante explicación nos lleva, por lo menos, a hacer algunas especulaciones.

 

 

 

II

 

Las noticias son historias, puesto que forzosamente tienen la estructura de una narración (introducción, nudo y desenlace). También la televisión es narrativa, narrativa, eso sí, que se expresa en una lengua “extranjera” que todos hemos aprendido a traducir, pero que pocos hablamos. Todo el lenguaje informativo, en consecuencia, tiene una finalidad: crear la apariencia de narrar hechos, crear una trama de facticidad. Sin embargo, la red informativa, así como consigue objetividad, omite los acontecimientos que pueden ser desfavorables para la construcción de un determinado relato.

 

Las noticias caen en la telaraña de la facticidad gracias a ciertos procedimientos: imparcialidad, credibilidad de las fuentes, equilibrio de opiniones, etc. El problema de esta concepción es que coloca a la noticia como producto, como construcción, como simple juego de la industria periodística, en donde no hay lugar para los hechos en sí mismos. En suma, las noticias son producto de la tecnología de la información, y los hechos, por el contrario, pueden acontecer sin que haya medios de comunicación que los registren.

 

En la ciencia de la información, tal como se entiende hoy en día, no existe más que una ilusión de facticidad, cuya apoteosis es la imagen, y las palabras quieren parecerse cada vez más ella. Naturalmente, esta suerte de mímesis ha repercutido en la lengua, al punto que se ha querido forjar un lenguaje neutral para describir los hechos. Esa neutralidad se llama objetividad, la gran superstición del periodismo moderno. Es en aras de esta objetividad que muchas veces se dinamita el idioma, tal como sucede con el empleo del potencial o condicional con el sentido de suposición. Aunque tal vez haya motivos incluso más perversos.

 

III

 

A las grandes corporaciones mediáticas ya no les importa la veracidad de una noticia, sólo les interesa retransmitirla hasta cumplir con su habitual estafa. En una suerte de juego retórico sin precedentes, los medios instalan opinión, basándose en datos poco menos que solventes, esparcen rumores cual comadres, y sabemos que los rumores tienen tufillo a condicional o potencial, como sabemos también que todo podría ser distinto. Seguramente, muchos dirán que aunque los medios son grandes creadores de estereotipos e impulsores del consumismo, está en el público que recibe la información no dejarse influenciar por éstos, crear un criterio para discernir lo que es cierto y lo que no, buscar otras fuentes que puedan corroborar la información que es generada. Pues bien, me temo que en esto tampoco puedo ser optimista.

 

Por supuesto que tenemos derecho a una información de calidad, pero los medios de comunicación, que comenzaron siendo públicos o de gente interesada en la información, en los últimos treinta años, fueron cayendo en manos de grandes grupos empresariales o financieros que buscan, sobre todo, beneficiar sus propios intereses. Los que toman las decisiones importantes en las empresas mediáticas ya no son periodistas, sino  empresarios, y las precarias condiciones laborales que ofrecen a su empleados están haciendo que los trabajos de redacción estén cada vez con más frecuencia en manos de inexpertos. Se estima que el 80% de los empleados de estas empresas carece de una capacitación adecuada. En esta situación, la calidad de la información es poco menos que relevante.

 

No es ninguna novedad que la economía de mercado nos proporciona cada vez más información tóxica. Consecuentemente, de la misma manera que se busca el producto “ecológico” para evitar los productos comestibles del mercado, también se necesita una información ecológica, es decir, no contaminada por intereses corporativos. La información nunca puede ser objetiva, claro está, pero debemos exigirle cinco condiciones básicas: IMPORTANCIA SOCIAL, VERACIDAD, RIGOR, IMPARCIALIDAD y CLARIDAD. Es necesario entonces conocer quiénes son los dueños de los medios informativos que consumimos y cómo se financian. Esto nos dará la clave para entender la información que nos proponen.

 

Hace poco festejamos el fallo de la Corte Suprema sobre la Ley de Medios, como si se tratara del advenimiento de una nueva era, como si todas esas décadas de impunidad comunicacional pudieran borrarse de un plumazo. Considero, no obstante, que esto fue tan sólo un primer paso, y que lo que queda por delante puede demorar toda una vida.

 

La realidad recién podrá modificarse cuando los dispositivos que la enuncien estén en manos de los que quieren ver los hechos tal cual son. Por ahora, una superflua composición narrativa sigue rigiendo las ideas de la mayoría de nuestra gente, la idiosincrasia de miles de votantes. Quizás sea hora de que los usurarios de los medios renuncien de una vez por todas a la pasividad y a la comodidad que los caracteriza y pongan en práctica una renovada “guerrilla semiológica”.

 

 

 

*Docente, poeta y ensayista

 

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