La Tecl@ Eñe Revista Digital de Cultura y Política
Ideas,cultura y otras historias.
Publicación fundada en el 2001
Editor/Director: Conrado Yasenza
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
Decíamos que el kichnerismo es una versión del peronismo pero es una versión de vanguardia, que asumió la delantera política a partir del 2003, logrando la conformidad del peronismo burocrático. Esa conformidad la alimentó con triunfos electorales y con un ejercicio del poder al mango.
El posicionamiento del kichnerismo lo asemeja a la Tendencia Revolucionaria de los ´70, y al camporismo; a pesar de que las condiciones epocales son muy diferentes, sobre todo porque el mundo se transformó profundamente, dando por concluidos los procesos revolucionarios del siglo pasado e inaugurando nuevas formas de construcción del poder popular y reformista. El capitalismo, que repite sus crisis, no obstante asegura su hegemonía y amplia las fronteras de la democracia liberal, utilizando la espada, la pluma y la palabra, según convenga, como puede verse en la Primavera Árabe.
Estos cambios son importantes para comprender la política internacional y nacional actual, que se desenvuelve sobre la irrupción de algunos países emergentes y la muerte de la revolución cuyo golpe institucional fue el final del socialismo real.
Aparecen hoy nuevas formas de construcciones contrahegemónicas en Latinoamérica y en otras partes del mundo pero esto está en sus inicios y no significan una alternancia planetaria. Hay opiniones o escritos en la izquierda kichnerista y no kichnerista, que siguen utilizando categorías de análisis ya superadas por la historia, que inclusive se instalan en lo conmemorativo sobre un pasado heroico.
Uno de los aspectos más ricos del kichnerismo es que logra constituirse en una experiencia abierta y no cerrada en dogmas, libros sagrados, y su dinámica se produce sobre la ausencia de una caracterización acabada de la historia. No hay programa ni plan; hay acción cotidiana y ejercicio de sostener el poder día a día sobre la base de valores sociales establecidos, pero sin regulación de ningún Comité Central, ni Partido, ni siquiera movimiento nacional, sino por una vertebración consolidada de un liderazgo centralizado, con problematización de la continuidad.
El peronismo, excepto el menemismo, propendió a la estatización de algunos de los resortes de la economía; el kichnerismo también aunque sin la conformación planificadora. De una manera despojada Néstor y Cristina asumieron la responsabilidad directriz del kichnerismo, el peronismo y del Estado. Tan despojado es el estilo que el aporte de Laclau sobre el populismo parece excesiva, irreal, ya que no hay movimientos sociales que conforman la plataforma del poder alterno al diseño liberal en nuestro país. Hoy, la textura movimientista es inexistente en términos de poder.
Ya no tiene vigencia la idea de un partido de vanguardia, ni una clase social sujeto de la historia. Y es fundamental, indagar sobre las nuevas formas de dominación, los nuevos actores de las hegemonías, que caracterizan al capitalismo tardío, entre los cuales el dominio cultural y el papel del sentido común son los nuevos términos del interés de los progresismos o populismos. El kichnerismo es precursor en señalar aspectos culturales del dominio, que vemos que hoy se reproducen en buena parte de occidente.
La ausencia de un final de la historia escrita o dicha por la conducción, indica que los fundadores del kichnerismo apostaban y apuestan al flujo dialéctico, a la disputa del futuro. Hay un predominio táctico sin formato estratégico, pero no es caótico ni azaroso, es direccionado hacia la equidad y la emancipación.
El “vamos por todo”; o la lucha contra el grupo monopólico Clarín o contra la mesa de enlace, o contra la corporación judicial, son expresiones o disputas tácticas, que no alcanzan para la configuración de una sociedad definida a futuro. Hay momentos en que el proceso permite la acumulación de poder y otros que no. Las próximas elecciones son un buen termómetro de esto, pero un termómetro de la ciencia liberal, que mide la temperatura y no las causas de la fiebre.
Si nos remitimos al peronismo histórico la Comunidad Organizada fue un ideario, un conjunto de valores que integraban y articulaban al individuo con la colectividad, superador del colectivismo y el individualismo capitalista, pero que nunca alcanzó a realizarse. El peronismo se caracterizó por sus combates, por su tenaz sobrevivencia más que por la plena efectivización de su filosofía práctica. Su promesa revolucionaria es omnipresente en el peronismo, inclusive, valga la paradoja, en sus formas más conservadoras.
También, en el kichnerismo, se destaca por su práctica cotidiana, por sus combates en pro de la ampliación de derechos o por sus luchas sectoriales, y por su promesa implícita.
Sí, hay una coincidencia con el peronismo, que también tiene su costado liberal. Toda la importante producción legislativa de la década con iniciativa del ejecutivo exhibe la prevalencia de los derechos individuales, que suponen modernizar la república burguesa que somos. Eso que denominamos progresista y que en algunos casos está lejos del tradicionalismo peronista, supone una actualización de la sociedad.
El peronismo nunca terminó su obra “el peronismo será revolucionario o no será nada” dijo Evita, y la verdad es que el peronismo no fue revolucionario al estilo que la tradición marxista lo fundó, pero tampoco fue la nada. Podemos decir que el peronismo es la forma más revolucionaria que adoptó el pueblo en la etapa contemporánea argentina. Y el kichnerismo es lo más transformador del pueblo surgido de la crisis del 2001. Entonces, era obvio que ratificara su fe peronista.
En el kichnerismo se reproduce la relación entre poder político y Estado, aunque el peronismo vivió su momento más creativo en los 18 años en que no tuvo ni el gobierno ni el Estado. Hoy el poder político supone varios planos superpuestos, en que el núcleo duro del poder lo tiene el kichnerismo, sobre el conjunto del peronismo y de toda la sociedad nacional.
En el futuro inmediato, el poder kichnerista debe atravesar otra prueba, y no solo ante la oposición, sino frente al propio peronismo.
*Sociólogo y Analista Político
El peronismo es la forma más revolucionaria que adoptó el pueblo en la etapa contemporánea argentina. Y el kichnerismo es lo más transformador del pueblo surgido luego de la crisis del 2001. Entonces, resulta obvio que el kirchnerismo ratifique su fe peronista.