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Literaturas

Procesos técnicos
(Otros fragmentos*)



Todos esos libros están ahí. Los miro, un rato, sin decidirme. Saco uno. Leo una frase, media página. Lo vuelvo a guardar. Saco otro. Lo guardo sin abrirlo. Emparejo los lomos en los estantes.



Por Ariel Bermani**
(para La Tecl@ Eñe)

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Pienso en esa combinación: estabilidad del lenguaje e inestabilidad de la historia. La arquitectura del texto necesita solidez y belleza. Sobre todo en las terminaciones, los detalles, la materialidad de la escritura. Pero la historia necesita abrirse hacia lo inestable. Que las situaciones fluyan con pocas certezas. Que los personajes no sepan, del todo, hacia dónde van. Sorprendernos, en tanto lectores de nuestro propio texto, del curso que van tomando las cosas.

 

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Los personajes literarios arrastran un secreto. Para tratar de entenderlos, no alcanza con el modo en que hablan y piensan o las cosas que les pasan. Hay un secreto, en cada personaje. Eso los vuelve autónomos, tal vez un poco incomprensibles y, al mismo tiempo, los humaniza.


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Un buen verso, "el nombre de una mujer de delata", por ejemplo -y también: "no sé qué hay en ella que me abre y me cierra como dedos"- le da sentido a muchas cosas, no sólo al poema. A un día de la vida. Una tarde que recordaremos siempre y que, de alguna manera, queda encerrada en una imagen -y en un verso-, que nos alimenta. Ahora me acuerdo de un pedacito de letra de Tom Waits: "tengo el hígado jodido y el corazón roto / he bebido un río desde que me hiciste pedazos". Ya no importa el resto de la letra. Para mí, con eso alcanza.

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No hay temas, sólo procedimientos narrativos: maneras de ir sorbiendo la atmósfera, el tono, los personajes. Cuando escribimos, no estamos intentando explicar la realidad. Trabajamos sobre una realidad nueva, que entra en conflicto con la otra, la vivida. Se trata de causalidades distintas. Una real, otra ficcional. Los temas, la actualidad, la moral: qué importan. La literatura no explica el mundo, lo inventa.

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Cuando la primera frase sale rápido, sólida, el relato ya empezó y no es necesario intentar justificarlo, imaginar las vidas de los personajes. Todo esta contenido en esa primera frase. Sólo es cuestión de darle tiempo, espacio. Dejar que se desenrosque.

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No usar sinónimos, ni puntos suspensivos, ni signos de admiración, ni las siguientes palabras: "cabello", "rostro", "prisa", "automóvil", "encender". Adjetivos y adverbios, con moderación. Casi como un ex alcohólico con la bebida. Que la historia avance sola, sin la molesta vocesita del narrador explicando lo que no tiene explicación. Ese recurso que se parece tanto a la voz en off del peor cine argentino. ¿Qué hacer con los sentimientos de los personajes? Los sentimientos, para las personas, que los personajes no molesten contándonos lo tristes que están, lo felices que están o qué cosas les gustan y qué cosas no.

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Hace unos días estaba pensando en que es interesante que los cuentos se vayan apagando en el final. No la escritura, el conflicto. La escritura se cierra -como hace Carver, por ejemplo-, pero la historia no. Un final casual, que no modifique nada. También para la poesía es un buen recurso.

 

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Todos esos libros están ahí. Los miro, un rato, sin decidirme. Saco uno. Leo una frase, media página. Lo vuelvo a guardar. Saco otro. Lo guardo sin abrirlo. Emparejo los lomos en los estantes.





 

* En otra edición de La Tecl@ Eñe fueron publicados los primeros Fragmentos de los Procesos Técnicos Escriturales de Arel Bermani http://lateclaene.blogspot.com.ar/2011/12/literaturaprocesos-tecnicos-por-ariel.html



**Escritor y poeta.

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