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El Peronismo y el Kirchnerismo: aproximaciones.

El peronismo es un enigma argentino. Descifrarlo parece imposible, pero intentarlo es tentador y atrevido. Entonces, cabe una pregunta impertinente: ¿el kirchnerismo es peronismo? ¿El Kirchnerismo es una versión del peronismo como lo fue Menem? Respuesta: La ontología del peronismo son sus lecturas, sus traducciones.





Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)

“Hoy,  hay un cielo peronista” –Marcelo Araujo


El peronismo es un enigma argentino. Descifrarlo parece imposible, pero intentarlo es tentador y atrevido.  Como un tótem permanece ahí firme. Convoca e invoca a quién pretende superarlo. Es respetado por sus enemigos que hoy hasta citan a Evita y a Perón para contradecir alguna acción u opinión del kirchnerismo. Cabe una pregunta impertinente: ¿el kirchnerismo es peronismo? El Kirchnerismo es una versión del peronismo como lo fue Menem. Respuesta: la ontología del peronismo son sus lecturas, sus traducciones.


En el ejercicio del poder, el kirchnerismo es una vanguardia del movimiento nacional nacido el 17 de octubre de 1945. Como tal vive adelantándose, modernizándose desde aquél momento fundacional que liberó fuerzas sociales reprimidas.  En el tránsito,  los caminos andados son muchas veces diagonales, a veces anchas avenidas o senderos angostos.


El PJ casi no existe y algunos lo justifican diciendo que dentro del Movimiento Nacional, el partido no tenía relevancia estratégica. Pero al kirchnerismo tampoco le interesa la vida partidaria ni las formas que adquiere la vertebración del poder actual, son casi idénticas al original.  Es verdad que  había más movimientismo antes que ahora (una prueba de esto es el lugar que ocupa hoy el movimiento obrero organizado), pero los movimientos de liberación nacional casi han desaparecido y son reemplazados por las nuevas experiencias regionales de esta parte del ex tercer mundo, como en Venezuela, Ecuador, Bolivia. En cambio, Brasil y Uruguay mantienen el esquema partidocrático y participan de las nuevas experiencias de unidad política regional, en el que Néstor Kirchner militó activamente en Unasur.  Tanto el Frente Amplio/línea Tupamaro como el PT han revisado y actualizado posturas de los 70 y han adoptado una suerte de socialdemocracia regional.


¿Cómo es la estructura de poder del kirchnerismo? Es un vértice superior monolítico y una dirigencia kirchnerista claramente compuesta por clase media urbana. Una estructura provincial de orientación peronista, que va desde el ejecutivo local hasta los municipios. O sea, contiene una columna fundamental de poder que es Cristina y se asienta territorialmente en el peronismo dominando las provincias, cuyas orientaciones podrían identificarse con el conservadorismo popular, alineado disciplinadamente como furgón de cola de la conducción. Es curioso pero rigurosamente cierto, el kirchnerismo es una minoría activa y eficaz que gana elecciones. Tiene capacidad de movilización y una militancia juvenil inigualable. Ese poder  posibilita contar con una primera minoría en el parlamento y el control en la sanción de las leyes.


En el primer peronismo fueron apareciendo diferentes líneas de interpretación sobre cómo realizar el proyecto nacional y popular. John William Cooke, hoy revalorizado por el kirchnerismo, fue delegado de Perón y antes un brillante diputado. Pero fue el mismo Perón quien lo dejó de lado cuando el Bebe se volcó más hacia la izquierda latinoamericana, Cuba sobre todo. Lo mismo Cámpora, un icono de los jóvenes hoy, símbolo de la lealtad. También fue elevado y arrojado por el líder, cuando el Tío aceptaba complacido el acompañamiento de la izquierda peronista. Ese Perón, ni ningún otro anterior hubiera aceptado una división en el seno del gobierno, un desorden semejante que ponía en disputa su centralidad.


El kirchnerismo se reconoce peronista, pero al mismo tiempo fundacional, sobre la base de una lectura ideológica de la historia del peronismo, esto no le impide aceptar la presencia de muchos ex menemistas y ex duhaldistas entre sus filas, que no participan como tales. Actualmente no hay un gobierno en lucha como lo hubo en los últimos meses de vida de Perón, ni tampoco los jóvenes interpelan la jefatura como en los 70.  El kirchnerismo es uniforme  y homogéneo, sus diferencias son más bien procedimentales. Hay más duros y más blandos, o más tibios para emplear un adjetivo descalificador, pero no asoman la nariz como corrientes internas. El menemismo murió y el duhaldismo está buscando un pecho fraterno, que solo puede estar en la derecha.
La clave política del kirchnerismo es su dirección, siendo el principio y el fin de todo. Así permite mantener adentro a gran parte de los gobernadores e intendentes que miden al kirchnerismo a través de la evolución de la imagen positiva de la Presidenta. Por este motivo es que la dirección apunta rápidamente al transvasamiento, que también implica una kirchnerización de las estructuras del gobierno y del Estado. Ahora el tiempo asoma su protagonismo en el destino de la política, en esta coyuntura.


Neutralizado el sindicalismo moyanista y otros sectores peronistas, que apuntan a la sucesión desde el peronismo no k, no logran pesar en la opinión pública por sí mismos, pero intentan articular con los kirchneristas fronterizos, que están en los bordes de la lealtad, o con el macrismo.  Algunos de ellos tienen consensos y voto propio, lo que hace más sensible la cuestión de la elección. Scioli y Massa son dos dirigentes que encarnan hoy esta incógnita sucesoria desde las fronteras entre el kirchnerismo, el peronismo y el resto de la sociedad. El gobernador, pero sobre todo el Intendente, tienen votos por adentro y por afuera del kirchnerismo.


El peronismo sigue siendo el reservorio electoral más importante. Mientras que la Presidenta volvió a ratificar su fe peronista el pasado 25 de mayo.


La tensión propia de la política desde un gobierno reformista o revolucionario descansa por un lado en mantenerse, venciendo los cronogramas del diseño democrático liberal, o en concluir el ciclo. El kirchnerismo ha llegado para quedarse.  Es tan fuerte la experiencia de estos años, que los opositores dicen que van a mantener algunas conquistas actuales, sobre todo aquellas referidas con la ampliación y reconocimiento de derechos, prometiendo que los cambios estarán en el estilo (procedimental diría Robert Dahl) y en la política económica. Pero pesa en la memoria de la población la economía política de los noventa y la ausencia de gobernabilidad de la Alianza que culminó en De la Rúa. Eso hace pensar en una salida por adentro del peronismo.


La pregunta es: ¿cómo se resolverá el dilema de la continuidad o no del ciclo kirchnerista? Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa, son los tres nombres claves desde lo electoral pero así como la balanza del poder se inclina claramente a favor de Cristina, ella es la única que tiene un veto legal.
La resiliencia del peronismo, le ha permito girar hacia derecha o izquierda sin que esto haya merecido una profunda autocrítica y haya puesto en peligro el cofre de los votos. Por el contrario. el peronismo navega airoso por encima de la crisis de las ideologías.


Hoy, el peronismo no es el 50% de la población, es menos que eso, pero mantiene un poder electoral inigualable. Ante un implacable dios Cronos, el kirchnerismo prepara sus batallas mientras el enigma del peronismo, al que nos referimos al principio, mantiene sus preguntas.
Tampoco el kirchnerismo es el 54% de octubre del 2011, porque en ese caudal hay diversidad de opciones, entre el proyecto nacional y popular, más los que votaron por la gestión. La Presidenta recuerda casi todos los días las dos cosas: un proyecto político que apunta al porvenir y un  gobierno que gestiona para la vida cotidiana de la sociedad nacional.


En el camino al 2015 hay que atravesar las legislativas próximas e ir atravesando evaluaciones cotidianas sobre la economía y la distribución.





*Sociólogo y Analista Político

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