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Petróleo y Nación: pasado y presente de una recurrencia

conflictiva de nuestra Historia

Por Rubén Liggera*

(para La Tecla Eñe)

 

 

La recuperación de YPF por decisión política del gobierno de Cristina Fernández, primero, y el convenio con Chevron, después, han desatado una andanada de críticas, tanto desde la derecha como de la izquierda. Ninguna novedad, es una vieja película que los argentinos ya vimos.

Cada vez que un programa de desarrollo económico produce un cuello de botella en la utilización creciente y sostenida de hidrocarburos debió recurrirse al auxilio de capital extranjero. De otra manera, con la sola utilización del esfuerzo nacional, hubiese sido imposible.

¿Producir o importar? Ese es el dilema de nuestra política petrolera en tiempos en que la industria demanda mayor utilización de combustibles.

Sectores conservadores aliados a poderosos intereses resistirán estas medidas; mientras tanto, voceros de un falso nacionalismo -ambidiestro y en el fondo, cipayo- batirán el parche de la claudicación y de la entrega de la Nación.

Sin embargo, recurrir al capital extranjero en sí mismo no es un pecado. Depende para qué. Si fuera para comprar fábricas de galletitas, como ocurrió durante el menemismo, es en verdad inútil, además de transnacionalizar la economía y no cambiar la matriz productiva. Pero, si ese capital intensivo fuera convocado para producir insumos básicos e imprescindibles para la industrialización del país, deberá ser bienvenido.

Nuestra Historia ofrece antecedentes que sirven para iluminar el escenario de la actualidad.

 

1-Perón y el contrato con la Standard Oil:

 

 

“…la Nación Argentina emplea la mitad del valor de sus exportaciones para adquirir hierro y sus derivados, inclusive maquinarias, y para comprar los combustibles que tiene reservados en razón de un falso nacionalismo que no termino de entender… ”

Juan Domingo Perón, mensaje al Congreso, 1/5/54

 

 

 

El Segundo Plan Quinquenal (1952-1957) del Presidente Juan Domingo Perón preveía profundizar la industrialización del país. Para ello, debía fomentarse la industria pesada. Entre otras medidas, como la creación del I.A.P.I.(Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), restricciones a las importaciones innecesarias, medidas de austeridad para el Estado, reducción del consumo popular, equilibrio de precios y salarios, se aprobó la Ley de Inversiones Extranjeras. Esta normativa posibilitaba que el capital extranjero se introdujera en sectores estratégicos de la economía como maquinarias agrícolas, taxis, utilitarios, maquinarias navales, préstamos para la industria siderúrgica, etc. Pero sin dudas, las más violentas críticas de la oposición y de algunos sectores del mismo peronismo, fueron originadas por el contrato con la Standard Oil de California en 1955 para la exploración y explotación de petróleo en la provincia de Santa Cruz, otorgándole algunos beneficios, convencido de que “ningún país puede desarrollarse sin petróleo” aunque podría vivir sin carne[1]. El dato objetivo advertido por Perón era que las necesidades de la economía argentina por el año 1955 superaban los 12 millones de metros cúbicos de petróleo, YPF sólo producía poco más de 4 millones y la compañías extranjeras radicadas en el país cerca de 785.000 metros cúbicos, por lo que la importación estaba en el orden de los 6 millones 600 mil desde los Estados Unidos y 800.000 desde Rusia. [2]

 

 

Se entregaba a la Standard Oil una extensa porción de territorio (50.000 Km2 durante 40 años), se le permitía establecer un precio mayor al del petróleo importado y se condecía autoridad jurisdiccional a la compañía. Pero la “Libertadora” los anuló en 1956. Perón responde desde el exilio: “Si ha de resolverse el problema energético argentino por el único camino posible -el del petróleo- es necesario contratar su extracción por compañías capacitadas por su organización, por su técnica, por sus posibilidades financieras, por la disponibilidad de maquinaria, etc. De lo contrario, será necesario detener el ritmo de crecimiento del país. (...) El contrato con la Standard Oil de California, que el PE sometió a la aprobación del Congreso, contrataba con esta compañía la locación de servicios para la extracción de petróleo para YPF mediante el pago del uno por ciento de beneficio justo. Esa misma compañía se encargaría de la construcción de los oleoductos correspondientes, a amortizar con el transporte del combustible. Estos son los ‘tratos inadmisibles’ que desean insinuar la entrega del petróleo al extranjero. Como si la locación de servicios diera algún derecho de posesión. (...) El compromiso por Standard Oil de California era de llegar a satisfacer en tres años las necesidades del país, trabajando conjuntamente con YPF (...) También se comprometían a incrementar su producción en los años sucesivos, en forma de mantener el abastecimiento interno y aún comenzar la exportación de petróleo y sus derivados, para poder aumentar así la disponibilidad de divisas (...) Los tiranos de mi país, ignorantes e inexpertos, creen que resolverán la financiación con YPF mediante empréstitos. 

¿Es que ignoran lo que esto representa? (...) Con este empréstito disminuido y nominal llegarán sólo a YPF los materiales: ellos deberán encarar todo el trabajo y sus altos costos. Yo me pregunto: ¿No es más conveniente traer las compañías especializadas, darles trabajo, dividir las ganancias por mitades y dedicar esas ganancias al pueblo argentino?”[3]

 

Una vez más ganaron los defensores del status quo, pero el debate no quedaría agotado.

 

 

 

2-Frondizi y la “Batalla del Petróleo”

 

 

 

“Sabemos que vamos a ser atacados. Seremos combatidos por cuantos están ligados a la importación de combustibles, a quienes no les interesa que extraigamos nuestro petróleo ni les conviene que la Argentina rompa la cadena que ahoga su determinación.

Se nos combatirá también en nombre de ideas avanzadas, olvidando que la capacidad revolucionaria de un pueblo para cumplir sus destinos, no se demuestra con afirmaciones enfáticas ni posiciones dogmáticas. Se la demuestra con hechos concretos que, partiendo de la realidad, tiendan a transformarla rápidamente al servicio de la Nación y de todo el pueblo argentino”

Arturo Frondizi, 24.07.58

 

 

Con el apoyo del peronismo, Arturo Frondizi accede a la presidencia en 1958. En sus cuatro años de gobierno, retoma la senda del desarrollo nacional que había concebido Perón y que había sido truncada por los supuestos “libertadores”.

Además del acero, energía, petroquímica, automóviles, caucho, redes viales, modernización de la producción agrícola, etc., Argentina necesitaba petróleo para sostener la industrialización y además, para dejar de importar y así agravar el estado de su balanza de pagos. Lo mismo que antes hiciera Perón, advierte Frondizi sobre la situación petrolera: “Actualmente la Argentina importa alrededor del el 65% de los combustibles líquidos que consume. Sobre unos 14 millones de metros cúbicos, consumidos en 1957, aproximadamente 10 millones provienen del exterior. (…)Porque es vital, obliga a los más ingentes sacrificios. Para que no disminuya la provisión indispensable, la argentina se ha visto obligada a ser simple exportadora de materias primas, que cambia por petróleo y por carbón. El país trabaja para pagar petróleo importado, petróleo que tenemos bajo los pies…La Argentina no puede seguir por este camino que se ha convertido en una peligrosa pendiente de declinación(…)En 1957 con 20 millones de habitantes, el petróleo y sus derivados representaron más del 21% de las importaciones y el país produjo aproximadamente el 35% del consumo [ N de la R: Contra el 8%  de las importaciones y una producción del 45% del consumo en 1930] Todo ello se traduce en estancamiento, paralización y crecientes dificultades para el país. La opción es clara…[4]

 

O extraíamos petróleo o continuábamos dependiendo de cada vez más costosas importaciones. Así fue como ante la urgencia, asumió la responsabilidad personal de realizar contrataciones directas con empresas extranjeras. Y al igual que Perón, fueron contratos de locación de servicios que no significaron de ninguna manera lesiones para el patrimonio nacional o para YPF ya que las empresas petroleras realizarían tareas de exploración y explotación por cuenta de YPF y donde la empresa nacional lo dispusiera.[5] Las concesiones anteriores a la Ley que luego sancionara el Congreso se respetarían, aunque no habría nuevas.

 

En consecuencia: entre 1958 y 1962, contra viento y marea, se triplicó la producción de petróleo, elemento vital para la industria nacional.

 

Mientras tanto, las guitarras del nacionalismo folclórico y de la izquierda chamuyera, continuaban con sus rezongos y declamaciones. Así, con esa retórica, terminaron justificando un nuevo golpe de estado en la Argentina (que tienen cierto olor a petróleo…)[6]

3-Crónicas del presente: Cristina y Chevron

 

 

Todas son críticas. Parecen la gata Flora, no se entiende qué quieren, o sí se entiende, esperaban que YPF fuera un fracaso para luego volverla a manos privadas.
Cuando tomé la decisión de recuperar la soberanía hidrocarburífera no fue de caprichosa. Lo hice porque antes todo lo que pagaban de nafta iba a afuera y no se reinvertía”.

Cristina Fernández de Kirchner, 17/07/13

 

 

Como si asistiéramos a un trágico dejá vu colectivo, volvemos a leer y a escuchar los mismos improperios contra un gobierno nacional por parte de una oposición mendaz y de escaso vuelo intelectual, con motivo del acuerdo YPF-Chevron por parte del gobierno neodesarrollista de Cristina Fernández. Lo mismo ocurrió el año pasado con la recuperación de YPF dado el fracaso estrepitoso de Repsol: habían caído las reservas un 70% y la producción un 6% anual durante quince años.

Dado ese primer paso, rápidamente hubo que ponerla a trabajar para los intereses del país –salvando las distancias- en condiciones similares a las de 1955 y 1958. El ahorro nacional y la tecnología resultan también insuficientes para la industria petrolera y la sangría por importaciones de combustibles vuelve a horadar la balanza comercial.

El acuerdo para extraer petróleo y gas con técnicas no convencionales implica una inversión de 1240 millones de dólares por parte de la firma norteamericana hasta el año 2017, requerirá la perforación de 1500 pozos y se estima que la zona a desarrollar podrá alcanzar una producción diaria de 50 mil barriles de petróleo y tres millones de metros cúbicos de gas natural asociado. Esto equivaldría a aproximadamente el 25 por ciento del crudo y el 10 por ciento del gas natural que actualmente produce YPF.

El Decreto 929/13  crea  el “Régimen de Promoción de Inversión para la Explotación de Hidrocarburos”, siendo su ámbito de aplicación la totalidad del territorio nacional y se detallan los objetivos del nuevo régimen, entre los cuales se incluyen: “El objetivo prioritario de la República Argentina de lograr el autoabastecimiento de hidrocarburos a fin de garantizar el desarrollo económico con equidad social, la creación de empleo, el incremento de la competitividad de los diversos sectores económicos y el crecimiento equitativo y sustentable de las provincias y regiones”; la “promoción de la inversión nacional y extranjera” y la “integración del capital nacional e internacional en alianzas estratégicas”.

El sector privado dispondrá libremente de divisas y un beneficio sobre la exportación del 20% de lo producido luego del quinto año siempre que la inversión supere los 1.000 millones de dólares.  Por lo que puede saberse no hay cláusulas secretas, ni opacidad, ni claudicación de la soberanía nacional como sugieren políticos y medios opositores.[7] Muchos de ellos, paradójicamente, habían celebrado la fiesta privatizadora de los ´90; otros, nacionalistas de opereta y “zurdos a la violeta” (como dice mi amigo Benito) hace muy poco también habían rechazado la nacionalización de YPF.

El gobierno no se contradice en lo más mínimo: este es un régimen de promoción para un sector específico, el petrolero. Los cuestionamientos son por aspectos secundarios o instrumentales, como las retenciones a las exportaciones o la libre disponibilidad de las divisas luego de un tiempo, sin advertir la cuestión principal: cómo el capital privado contribuye al autoabastecimiento petrolero, esencial para el desarrollo económico de la Argentina, con las condiciones que le impone el gobierno nacional.

 

 

*Periodista, docente y Director del Suplemento Cultural de diario La Voz de Junín

 

 

[1] Perón, en su mensaje al Congreso Nacional el 1/5/54, define con claridad la situación desventajosa con respecto al intercambio desigual con Inglaterra; advierte que en 1954 se necesitaba más petróleo que en 1946 y que seguramente, se necesitaría el doble en 1958; que un “dudoso nacionalismo” obligaba al país a importar combustible por 500 millones de pesos anuales y que por lo tanto”…es necesario extraer rápidamente todo el petróleo de nuestro subsuelo , por cualquier medio que pueda ser conciliado con la Constitución que nosotros mismo propusimos…” Una pieza de antología de Perón sobre “nacionalismo de fines” que convendría releer de vez en cuando. Lo mismo, cuando junto al Ministro de Industria Orlando Santos, envía el Decreto 6688 para su ratificación por el Congreso, el 6 de mayo de 1955. (En Malgesini, G. y Álvarez, N. Políticas económicas. El estado y la economía, 1930-1955, (II), Bs. As.,1983)

[2] “El golpe de 1955. Los contratos petroleros”,  en www.elforjista.com

[3] Perón, Juan D. La fuerza es el derecho de las bestias, 2006. Citado por Pigna, Felipe, en www.elhistoriador.com.ar

[4] Frondizi, Arturo, “La batalla del petróleo”, 24/07/58, Mensajes Presidenciales, Tomo I, Bs. As., 1978; pp. 133-150

[5] “La acción del poder Ejecutivo se realizará únicamente a través de YPF”, también:”La dirección y la responsabilidad total de la política nacional del petróleo estará a cargo de YPF”, Frondizi, Arturo, ídem, Págs.145 y 146.

[6] Para profundizar sobre esta etapa cfr. Fanon Díaz, Conversaciones con Rogelio Frigerio, Bs.As., 1977; Odena, Isidro, Libertadores y desarrollistas, Bs.As., 1977.

[7] Pagni, Carlos, “Oscuro, polémico, frágil”, La Nación, 17/07/13; Fernández Blanco, Pablo, “Anunciaron el acuerdo de YPF con Chevron, pero los detalles son aún secretos”, La Nación, 17/07/13; Editorial: “Otro choque, esta vez con la realidad energética”, La Nación, 23/07/13 y siguen las firmas….

 

¿Producir o importar? Ese es el dilema de nuestra política petrolera en tiempos en que la industria demanda mayor utilización de combustibles. Recurrir al capital extranjero en sí mismo no es un pecado. Depende para qué. Si ese capital intensivo es convocado para producir insumos básicos e imprescindibles para la industrialización del país, deberá ser bienvenido.

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