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Repensar la Sociología: ciencias sociales renovadas en el Siglo XXI en la Argentina

 ¿Desde qué imaginarios, más del siglo XIX que del siglo XXI, se adopta una mirada descalificatoria de los saberes vinculados a la gestión (política, cultural, institucional) y la formación de especialistas? ¿Se reflexiona en la carrera y en la Facultad de Ciencias Sociales acerca de la transformacional radical, social y subjetiva que suponen las Tics?  ¿Tiene algún sentido formar y motivar, en forma poco realista, a los futuros graduados exclusivamente a la actividad académica en un país con limitaciones económicas para la investigación no aplicada? ¿No supone esto frustrar a los jóvenes cuando entran con grandes expectativas al Conicet y luego de algunos años y prontos a entrar a la mediana edad se quedan sin trabajo?

 

 

 

Por Ana Wortman*

(para La Tecl@ Eñe)

Eran fines de los setenta, en el medio del trayecto de la dictadura más feroz que existió en la Argentina, se me ocurrió, como muchos de mis amigos felizmente reencontrados recientemente, estudiar Sociología. Siempre pensé en qué desafío me había metido al estudiar una carrera que, en el año 1979, vivía de imaginarios del pasado, en un contexto de profunda violencia e intolerancia como el mostrado en la conmovedora película argentina Infancia clandestina.  Seguramente, quienes teníamos ciertos ideales heredados de nuestros idealizados hermanos mayores –como decía irónica e inteligentemente Oscar Landi, nuestra generación era la “decadencia de los setenta”- imaginábamos, supongo, que estudiando Sociología alguna vez intervendríamos en algún tipo de transformación radical del sistema.

 

Pero eso no ocurría y no ocurrió nunca.  Mientras entre mis lecturas estaban Santo Tomás o San Agustín y, algún que otro profesor me preguntaba inquisitorialmente, cuál era el origen de mi apellido, aludiendo al origen semita del mismo. En mi caso particular y por puro azar hice una carrera de Sociología paralela, sin ningún título académico formal, porque mientras estudiaba las pruebas de la existencia de Dios comencé a trabajar en CLACSO y me contacté con gran parte de las ciencias latinoamericanas, muchos de cuyos intelectuales estaban formados en posgrados como FLACSO Chile, El Colegio de México, la prestigiosa Fundación Bariloche, Universidad de Sao Paulo, Paris o EEUU los menos. Luego del disparate que fue esa carrera en esos años en los comienzos de la transición democrática comenzaron a volver del exilio prestigiosas figuras de la Sociología argentina, a los cuales tuve el gusto de escuchar. Asimismo cada uno de mis compañeros de entonces tuvieron distintos destinos, algunos se fueron a estudiar al exterior, otros ingresaron a la investigación de mercado, otros hicieron periodismo, otros como yo siguieron trabajando en la Facultad en la que habían estudiado haciendo carrera académica, etc., y algunos a otras universidades que fueron naciendo en los años 90. Se podría decir que cada uno de nosotros fue artífice de su destino a diferencia del tipo de carrera que se plantea hoy más pautada. En mi caso particular fui becaria del CONICET durante muchos años y cuando quise entrar a la carrera de investigador del CONICET en los años 90, como no tenía el doctorado, instancia inexistente para los graduados de Sociología en esos años, no pude seguir en esa instancia. Por suerte la UBA a través de los Subsidios para jóvenes investigadores me posibilitó construir un perfil de investigación propio. Como yo, cada uno de mis ex compañeros del año 79 construyó un perfil profesional propio y es exitoso/a en su área de trabajo. 

 

Los que nos quedamos en el país fuimos atravesando a lo largo de nuestras vidas profesionales todas las discusiones y perspectivas planteadas como perfil profesional y/o académico a lo largo de una democracia que se fue construyendo erráticamente.  En efecto, construimos una trayectoria que luego fue acompañada por la tardía conformación de maestrías y doctorados, estos últimos realizados más en momentos cúlmines de la carrera. Los títulos de posgrado fueron más la legalización de lo ya realizado y aportado en diferentes planos que el comienzo de una carrera académica como se plantea para las generaciones más jóvenes.  La lógica académica actual en la Argentina -que acompaña hoy los standares establecidos internacionalmente- es otra. Los estudiantes en Ciencias Sociales lo siguen siendo en un continuum larguísimo que finaliza con el Doctorado. Pero el mundo de las Ciencias Sociales, por suerte no se termina en las Facultades. Los científicos sociales y los sociólogos son convocados por su manera de reflexionar y de intervenir sobre distintos espacios de lo social, como por ejemplo, entre otros espacios:  medios de comunicación, instituciones educativas, áreas del Estado, ámbito empresarial, marketing, publicidad, organismos trasnacionales de orden regional e internacional, fundaciones, sindicatos, cooperativas, etc.  Si bien esto es sabido y muchos de los profesores de su planta docente tienen crecientemente esa doble intervención,  todavía hoy, en una época que se supone más abierta y diversa, menos estructurada por las características de una creciente reflexividad en los procesos sociales y desinstitucionalización y lógicas de red, aún prima cierto discurso que pone en un primer lugar jerárquico la formación académica para la producción de conocimiento en términos de intelectuales y en segundo lugar la formación profesional. Nos preguntamos entonces ¿desde qué imaginarios, más del siglo XIX que del siglo XXI se adopta una mirada descalificatoria de los saberes vinculados a la gestión (política, cultural, institucional) y la formación de especialistas? ¿Se reflexiona en la carrera y en la Facultad de Ciencias Sociales acerca de la transformacional radical, social y subjetiva que suponen las Tics?  ¿Tiene algún sentido formar y motivar en forma poco realista a los futuros graduados exclusivamente a la actividad académica en un país con limitaciones económicas para la investigación no aplicada? ¿No supone esto frustrar a los jóvenes cuando entran con grandes expectativas al Conicet y luego de algunos años y prontos a entrar a la mediana edad se quedan sin trabajo? Así como mi generación ha debido pasar por múltiples perspectivas acerca de qué es un Sociólogo y que pueden hacer los sociólogos, los más jóvenes se encuentran con una futura carrera más académica e institucionalizada, pero en un país con erráticas políticas científicas, tanto en términos de presupuestos como en qué se invierte, lo cual los coloca muchas veces en una situación de profunda vulnerabilidad laboral. Por eso pensar en los Sociólogos en términos de salida laboral no supone desmerecer sus alabadas tradiciones ni su potencial diferencial sino aprovechar mejor su propio capital simbólico y cultural en post de sus futuros graduados.

 

*Investigadora del Instituto Gino Germani-Area de Estudios Culturales. Facultad de Ciencias Sociales, UBA

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