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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

El kirchnerismo atraviesa un momento estratégico. Llega a un cruce de caminos, donde los senderos se bifurcan. Por un lado, se intenta avanzar en un acuerdo con los organismos multilaterales, ratificando ser un “pagador serial”. El otro sendero consiste en profundizar el modelo aunque esta expresión, por su importancia, merece mayores aclaraciones conceptuales. Pero es inevitable que uno interprete “profundizar” como un camino hacia la izquierda, o sea forzar la marcha hacia el propósito liminar del kirchnerismo. 

 

 

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

La encrucijada y las últimas noticias

 

“La presidenta acaba de ser confirmada y relegitimada por las urnas  (primarias del 2011) y con una enorme distancia respecto de sus competidores.  Esto fortalece el proyecto político, pero también acelera procesos internos en el gobierno y en el kirchnerismo que se relacionan con el movimiento, la organización política y su vinculación con el pueblo. Se corre el peligro de que la política se deslice por una pluralidad de superestructuras que no alcanzan a ser parte real de lo popular, y que no logren el objetivo de acumular poder”. Ricardo Rouvier -Revista Desafíos – Octubre del 2011.

 

 

El kirchnerismo atraviesa un momento estratégico. Llega a un cruce de caminos, donde los senderos se bifurcan. Por un lado, se intenta avanzar en un acuerdo con los organismos multilaterales, ratificando ser un “pagador serial”, como diría la Presidenta, hacia un camino que tiene una puerta de ingreso al mercado de capitales. Los acuerdos con el Ciadi y con el FMI, habilita llegar a organismos como el Club de París o Repsol, mostrando un camino más ajustado a las hegemonías mundiales. Puede encontrarse un antecedente similar a este acuerdo en los momentos previos al golpe de Estado que derribó a Perón, en su firma con la subsidiaria de la Standard Oil de California (abril de 1955, decreto 6.688), para remediar un problema repetido y vigente en la historia económica nacional: el estrangulamiento del sector externo como problema estructural. En aquella oportunidad quien levantó su queja en contra de esta decisión fue el diputado John William Cooke con argumentos que pueden reflejarse, hoy, en el acuerdo con Chevrón. 

El otro sendero consiste en profundizar el modelo, como acaba de ratificarlo la Pta. en su reintegro a sus funciones y luego de renovar el gabinete, aunque esta expresión, por su importancia, merece mayores aclaraciones conceptuales. Pero es inevitable que uno interprete “profundizar” como un camino hacia la izquierda, o sea forzar la marcha hacia el propósito liminar del kirchnerismo.  

 

Haciendo honor a aquello de que “la única verdad es la realidad”, hay que reconocer que hoy le cuesta mucho más a nuestra economía disminuir la pobreza, la indigencia, la desocupación, o lograr que un trabajador informal se legalice. Las fuerzas poderosas del mercado por encima de la voluntad del Estado es agravado por las crisis de nuestros principales clientes externos, y sumado a nuestros propios problemas en la gestión económica colaboran en la formulación del dilema

El puente entre las legislativas del 2013 que se une a las presidenciales del 2015, va subrayando las fortalezas y debilidades de la vigorosa experiencia del kirchnerismo. Su fortaleza política está en haber ocupado en tiempo y forma el lugar del contraciclo de la post convertibilidad. Este posicionamiento  se inscribe en la personal impronta que Néstor y Cristina le imprimieron y le siguen imprimiendo. Revalorizaron y revitalizaron un pensamiento progresista ante un peronismo esclerosado y generaron una promesa de cambio que va más allá de lo ya obtenido, tensando la cuerda más de lo que imaginamos.


La síntesis se forjó con las tradiciones de izquierda incorporadas al propio regazo peronista, amigables solo con el kirchnerismo. Este dominio kirchnerista se extendió necesariamente, al peronismo tradicional de los gobernadores, intendentes y concejales del PJ, que luego de la muerte de Perón fue conservadoramente popular, y lo sigue siendo, pero disimulado en el kirchnerismo. Para algunos,  el peronismo adquiere la entidad de “sistema” (entre 1946/2013 o sea, en 67 años, considerando los períodos en que hubo elecciones sin proscripciones que suman 42 años, se observa que el peronismo, en algunas de sus variantes, gobernó 33 años, esto es el 78,6% del período considerado) , o sea una estructura de poder con continuidad, de ubicuidad ideológica mancomunada por un relato original, emancipatorio cristalizado, y una experiencia en el ejercicio de la autoridad política, que articula identidad electoral y Estado. Su necesariedad, surge de la propia gobernabilidad, y es muy difícil gobernar con la exclusión del “sistema”. El kirchnerismo no luchó contra este “sistema”, pero tampoco se subordinó a él, se limitó a conducirlo. Esto no evitó el equívoco de que “todo” era kirchnerismo.


Esto tuvo su mayor expresión en el 54% de los votos del 2011, obtenido por Cristina Fernández de Kirchner, pero sobre todo por su gestión presidencial.  El voto por gestión tiene la fidelidad del aquí y ahora, de la actualidad cambiante, no de las ideologías dura. Dedicamos varios artículos, por este medio, destinados a analizar las aproximaciones entre el peronismo y el kirchnerismo, y la diferencia se expresa con mayor o menor fuerza según los vaivenes del poder. Identificamos al kirchnerismo como vanguardia del peronismo, pero también dijimos que el rol supone compromisos extraordinarios que obligan a la conducción a dirigir a una base popular organizada. Lo que falta, justamente, es el kirchnerismo como edificio, como construcción, independiente del “sistema”, como lo pretende el kirchnerismo duro. Sin construcción es más dependiente del humor de la opinión pública.


En el ejercicio del poder, creyendo que el consenso permanece inamovible (inexistente en las democracias de opinión pública), las debilidades son aprovechadas por el “enemigo”. El entrecomillado se explica porque es necesario clarificar al enemigo. ¿De quién hablamos?  Así, como es bastante sencillo identificarlo en su expresión local, vernácula (mesa de enlace, Clarín), sería un absurdo considerar que el enemigo del proyecto iniciado en el 2003, no extienda su oposición a actores sistémicos. La precisión sobre la identidad del enemigo depende del grado de transformación al que se apunta.
En el relato kirchnerista, a diferencia del socialismo del Siglo XXI, no se formaliza una meta estratégica, sino que algunas de las definiciones sobre el “modelo”, nos acercan a algo que podemos denominar capitalismo de Estado, lo que hace que el proyecto conviva en tensión con los factores del poder opuestos a la reforma. Ya sabemos que el capitalismo sustenta y contribuye a reproducir relaciones de poder sistemáticamente asimétricas. El papel del Estado, entonces, adquiere en este modelo un rol extraordinariamente importante, considerando los dispositivos vigentes del régimen capitalista. 

Esta separación relativa del peronismo respecto del kirchnerismo, se puede comprobar con el desgranamiento de Massa rodeado de dirigentes que componían parte del capital del kirchnerismo. A esto se suma el sciolismo, que si bien lo hace por adentro tampoco podemos decir que signifique una réplica del kirchnerismo, sino una versión de la misma. Viendo este panorama, podemos concluir que el péndulo del poder político al que fuerza la oposición promete, a futuro, una alternativa de centro-derecha. Que se ratifica si le agregamos al macrismo, que pretende gobernar desde la negación de la política. Otras, son las propuestas no peronistas, hacia centro, o centro izquierda, y coinciden en la necesidad de eliminar al kirchnerismo y el “sistema” peronista. Como sabemos estos caminos fracasan en la  gobernabilidad.

Las últimas noticias muestran a una Presidenta que recuperada de su problema de salud, consciente del momento que se vive, ha decidido fortalecer su gobierno para transitar los próximos dos años que restan de su mandato y asegurar continuidad.


Luego del resultado electoral, más generoso en bancas que en votos, y ante los problemas económicos y políticos vinculados a la continuidad del modelo, CFK ha decidido reforzar el encolumnamiento del peronismo institucional con el gobierno. Su respuesta es política, sin conocer aún el derrotero económico. La elección de Kicillof apunta a centralizar la decisión y a delegarle la responsabilidad de la gestión, evitando la dispersión de estrategias. Apeló a la experiencia y al peronismo de Jorge Capitanich que expresa a los gobernadores y asegura un puente con sus pares, mejora la comunicación y establece una apertura al diálogo con la oposición. Sus decisiones fueron inteligentes en lo táctico, ahora están los senderos económicos-financieros y políticos ahí adelante, a pocos pasos de nuestro propio andar. El kichnerismo como futuro ha llegado. 

 

*Analista político. Sociólogo

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