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A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

Relanzamiento desde la meseta

Las elecciones legislativas han  mostrado al movimiento nacional y popular que es el kirchnerismo en una meseta. Partiendo del precipicio en que habíamos caído en el 2001, el movimiento fue ascendiendo la cuesta hasta llegar a una cumbre que deja de ser tal para transformarse en meseta. Cuando se alcanza esa meta, suena la hora del descanso, cuando en realidad la historia continúa. Ese es el desafío hacia 2015

 

 

Por Rubén Dri.

(para La Tecl@ Eñe)

Las elecciones legislativas han  mostrado al movimiento nacional y popular que es el kirchnerismo en una meseta. No han significado una derrota desastrosa como han pretendido mostrar los hegemónicos medios de comunicación de los que son poseedores las corporaciones  opositoras. Efectivamente, resulta por lo menos rara una “derrota catastrófica” de un movimiento político que triunfa a nivel nacional, conservando la mayoría parlamentaria. De hecho el Frente para la Victoria triunfó en estas elecciones. Para comprobarlo basta mirar la cantidad de votos obtenidos a nivel nacional –porque la elección era nacional, no particular de una provincia o ciudad- para comprobarlo.

 

¡Vaya derrota! ¡Cómo quisiera el radicalismo, el macrismo o cualquiera de las alianzas opositoras tener una derrota semejante! Batirían el parche sobre su victoria a nivel nacional, quitándole toda trascendencia a las derrotas puntuales en algunas ciudades, aunque éstas fuesen importantes o en algunas provincias. Por otra parte, el Frente para la Victoria ha conseguido victorias claras en algunas provincias como la de Entre Ríos y la del Chaco.

 

¿A qué se debe entonces que la oposición en sus múltiples variantes haya batido el parche sobre la “derrota catastrófica” que significaba el “fin de ciclo” del kirchnerismo? Más aún, ¿A qué se debe que una sensación de derrota haya circulado por diversas zonas del kirchnerismo?

 

La respuesta la tenemos si nos fijamos en lo sucedido en la provincia de Buenos Aires. Se trata del distrito electoral –pues de elecciones estamos hablando- a todas luces el más importante del país. Cuando Saúl Menem se lanzó a disputar, primero la mayoría en el Partido Justicialista y luego, la mayoría en la ciudadanía nacional, tuvo claro que sin un pie firme en la provincia de Buenos Aires, dominada entonces por el cafierismo, sus pretensiones presidenciales habrían quedado en la nada. Para ello consiguió la inestimable ayuda de Eduardo Duhalde que sería su vicepresidente, y más tarde el enemigo que, con maquiavélicos manejos, lo dejaría fuera de carrera para la tercera presidencia.

 

Previo a las elecciones todas las miradas estaban puestas en la provincia citada, porque en ella Sergio Massa, el intendente de Tigre, se presentaba como candidato a la diputación por fuera del Frente para la Victoria. Una victoria significativa en dichas elecciones lo posicionaba para disputar con posibilidades las elecciones presidenciales a realizarse dentro de dos años.

 

Distintas expresiones de la oposición ganaron la elección en ciudades y provincias importantes. Pero lo verdaderamente importante, y lo que desató la euforia opositora, apagada luego por la convalidación de la constitucionalidad de la Ley de Medios, fue el triunfo del citado Sergio Massa. Este triunfo de la oposición y derrota del Frente para la Victoria, ponía en un cono de sombra el triunfo frentevictorista a nivel nacional.

 

Dicho todo esto, queda claro que el Frente para la Victoria ha sufrido  un retroceso. No sólo ha sido derrotado por Masa, sino que lo ha hecho en sectores de la provincia de Buenos Aires, precisamente en zonas del conurbano en las que el FpV siempre había triunfado. La pérdida de votos donde de ninguna manera se esperaba constituye un fuerte llamado de atención.

 

El Frente para la Victoria, sigla en la que se expresa el núcleo fundamental del movimiento nacional y popular, tiene su fecha de nacimiento en el 2003 cuando Néstor Kirchner, recién elegido como presidente de todos los argentinos, anuncia a la multitud de pueblo reunida para escucharlo que no llega a la Casa de Gobierno para dejar allí sus convicciones y luego de “se sepulta” en el pueblo, se baña de pueblo y allí recibe la primera herida en la frente, verdadera metáfora de las heridas que habrá de recibir posteriormente por su empecinada lucha contra las corporaciones que pretenderán impedir el avance del movimiento nacional y popular.

 

DE 2003 a 2012 el movimiento no dejó nunca de crecer, reconstruyendo el país que había sido completamente devastado por el proyecto neoliberal de la década del 90. Recomposición del Estado, recuperación de la política, juicios a los genocidas, industrialización, rechazo del ALCA, fundación de UNASUR. Resistió el embate de las corporaciones agrarias eufemísticamente denominadas “campo”. En realidad allí el movimiento sufre una derrota de la que surge como el Ave Fénix, estatizando las AFJP, recuperando Aerolíneas, estableciendo la “Asignación Universal por Hijo”, incorporando a 2.500.000 jubilados, recuperando YPF.

 

Todas ésas no son medidas aisladas que se van tomando según la coyuntura lo exija, sin conexión con un proyecto político. Por el contrario, constituyen momentos del proyecto nacional y popular que se sintetiza en las tres banderas histórica s del peronismo: “Una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”, crecimiento con inclusión y visión de la Patria Grande latinoamericana.

 

Ha habido, hay, avances en todos los rubros, en lo económico, en lo político, en lo cultural, en el educacional, en lo científico, en lo laboral. En medio de una crisis sin precedentes, el país no ha dejado de crecer. En contra de todas las políticas de ajuste se  protegió el empleo. 

Empleando una metáfora geográfica podemos decir que partiendo de lo hondo y tenebroso del precipicio en que habíamos caído en el 2001, el “infierno” al que se refería Néstor Kirchner, el movimiento fue ascendiendo la cuesta, con tropiezos y caídas como la del 2008, hasta llegar a una cumbre que deja de ser tal para transformarse en meseta. Cuando se alcanza esa meta, suena la hora del descanso. El movimiento se ralentiza hasta detenerse. 

Ésta es la situación en la que nos encontramos. Todos los pasos dados, los espacios que se han ganado, pertenecen a lo que es propio de uno. Son “naturalizados”. La meseta es engañosa, da la impresión de que el movimiento se ha parado, cuando en realidad la historia continúa.

 

Para llegar a esa meta el movimiento necesitó de sus “militantes”, es decir, de los ciudadanos que pusieron cuerpo y alma, memoria, inteligencia y voluntad y sobre todo corazón, mucho corazón, en un proyecto de sociedad en el que han creído, por el que se han sentido entusiasmados. Entusiasmo, mística, corazón, orientado siempre por la inteligencia. Sin “militancia”, el movimiento muere.

 

El militante no es el puntero político, no es tampoco el gestor, no es el que aspira a un cargo. Puede gestionar o ejercer un cargo, pero no es eso lo que lo mueve. Al militante sólo lo puede mover una esplendorosa utopía, un gran ideal. Pero ideal y utopía mueven en la medida en que se ven como posibles, en la medida en que se muestran como la meta de un camino que se va haciendo.

 

De la derrota sufrida en el 2008 el movimiento salió yendo hacia adelante, profundizando el proyecto, tomando medidas atrevidas que apuntaban hacia una sociedad más igualitaria, más democrática, más realizada. La muerte de Néstor fue un golpe que movilizó a grandes sectores de la sociedad y en especial a la juventud que de golpe tomaban conciencia de lo que se había ganado con Néstor y de la pérdida que significaba su fallecimiento. 

         

¿Cómo se sale de esta derrota electoral, más bien de esta meseta en la que parece que el movimiento tiende a adormilarse? En primer lugar con medidas semejantes a las tomadas para salir de la derrota del 2008, es decir, medidas que profundicen el proyecto o “modelo”. Aparte de ello una clara indicación que no se impulsará ningún candidato presidencial que no ofrezca claras garantías de que se constituirá en un militante del movimiento de liberación nacional y popular.

El liderazgo seguirá en manos de Cristina, como no puede ser de otra manera, pues los liderazgos no se eligen. Pero la función presidencial en nuestro país tiene extraordinaria importancia. El actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, ha cumplido con sus tareas en el movimiento. Nunca ha traicionado, pero su concepción política no es la del movimiento nacional y popular. Una cosa es cumplir las determinaciones que vienen de arriba, gestionar en el ámbito del movimiento liderado por quien a la vez ejerce la presidencia, y otra pasar a ejercer la presidencia y, en consecuencia, hacerse cargo de la orientación política.

Está claro que las elecciones son importantes y el movimiento debe hacer el máximo esfuerzo por ganarlas, pero no debe hacerlo a cualquier precio, no al precio de “dejar en la puerta de la Casa Rosada” los ideales, los valores, la utopía, que constituyen toda su razón de ser. Llevar adelante esos ideales, sin los cuales no habrá mística, no habrá juventud que ponga el pecho, el corazón y la inteligencia, conlleva entre otras cosas, el enfrentamiento con los grandes poderes, con las corporaciones. Momentos como los vividos en el 2008 se harán nuevamente presentes.

 

Hay que ganar las elecciones del 2015, pero no a cualquier precio. En todo caso es preferible perder, pero con nuestras armas, con nuestros ideales, sin traicionar el proyecto, a ganar bajando las banderas. Unas elecciones se pueden perder. No es una catástrofe. En otras elecciones se puede volver a ganar. Lo fundamental es que el movimiento no pierda el horizonte, no se desintegra, no baje las banderas.

 

Lo necesariamente diferente de la etapa que se abre en el 2015 a toda la etapa liderada por el kirchnerismo desde el 2003 a la fecha, es que necesariamente quien ejerza la presidencia desde la Casa Rosada no será el mismo que ejerza el liderazgo del movimiento. Si entre ambos hay cortocircuitos, es el movimiento el que se resquebraja.

 

*Filósofo y teólogo

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