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El trasladado de la oficina de la Secretaría de Cultura a la Villa 21 y que la Presidenta haya inaugurado allí la Casa de la Cultura, no es un hecho maravilloso sino que se inscribe dentro de los esfuerzos de la política y de su atrevimiento por realizar algo que nadie esperaba.

 

 

 

 

 

Por Rubén Américo Liggera*

(para La Tecl@ Eñe)

“Es la villa, es otro mundo, es vivir apartado”

Camilo Blajaquis

 

 

Para quienes no son creyentes resulta inaceptable o por lo menos, dudoso, la consumación de los milagros. Sin embargo, más allá de su concepción sobrenatural, la palabra milagro, podría referirse también a algún suceso extraordinario, imposible o inesperado.

Entonces, que el Secretario de Cultura de la Nación haya trasladado su oficina a la Villa 21 y que la Presidenta haya inaugurado allí la Casa de la Cultura, no sería un hecho maravilloso sino que podría inscribirse dentro de los esfuerzos de la política y de su atrevimiento por realizar algo que nadie esperaba.

 

“Lo de hoy es milagroso, es la primera vez que el Estado llega con esta presencia tan activa a un lugar como la villa Barracas, la más importante de Buenos Aires, y que el cura Pepe [José Di Paola] diga que no se puede creer, la verdad que me llena de orgullo”, destacó Fernández de Kirchner al referirse a las palabras del cura villero que le precedió en los discursos. Y agregó: “Hemos logrado sorprender a un cura en la política; la política en serio, con mayúsculas, de un país que se sueña próspero, independiente, soberano, igualitario”.

 

Pues de eso se trata, no de la intervención divina en el rutinario acaecer mundano sino de la voluntad humana por modificar el entorno y modificarse a sí mismo, es decir, hacer cultura.

Si bien la noticia fue tratada por los grandes medios gráficos y audiovisuales como un acto más de campaña, como así también invisibilizada o tratada de demagógica y populista (Morales Solá dixit; Pablo Sirvén y Jorge Lanata recontra dixit), lo cierto es que es un hecho auspicioso que de alguna manera corrobora lo realizado por el Gobierno de la nación en materia cultural.

 

Podría discutirse desde distintos puntos de vista o saberes como los que nos brindan la antropología, la filosofía y las ciencias sociales sobre la manera en que debería realizarse la integración de los distintos grupos y clases en una sociedad, pero otra cosa es el ninguneo o la descalificación.

 

En este caso lo importante es acompañar la reflexión y el autoconocimiento de la población de las villas, duramente castigada por las políticas de exclusión del pasado reciente, los desastres de la droga o la estigmatización social.

Hacer “cultura” desde su propio entorno es hacerla visible y relacionarla con el “afuera”, con el otro, en igualdad de condiciones. Significa elevar la autoestima y dignificar la vida del habitante de las villas, que sabemos, es dura y que no se es villero por elección sino por imposición social y económica del capitalismo, siempre impiadoso.

 

Por supuesto que ese determinismo no es inmodificable. Por el contrario, solamente la educación, la cultura en su más vasta acepción y el trabajo pueden modificar esa realidad. Pero lo que no sucederá espontáneamente deberá ser impulsado por la acción del Estado, es decir, de la política.

 

El mercado excluye; el Estado tiene la obligación moral de incluir. En Argentina es una deuda pendiente, una tarea inconclusa desde el primer peronismo hasta acá. Nadie nace para desocupado, “chorro” o “drogón”, salvo que lo haga en un lugar inapropiado. Por eso es el Estado quien deberá realizar todos los esfuerzos posibles para brindarle a ese niño, joven o adulto desprotegido igualdad de oportunidades.

 

La Villa 21 Barracas ocupa una extensión de 64 hectáreas y viven allí unas 60.000 personas carentes de comodidades y servicios elementales como luz y agua. El Centro Cultural recientemente inaugurado requirió una inversión de 21 millones de pesos (¡un verdadero milagro!) y dos años de trabajo para remodelar 1.500 m2 de antiguos galpones del ferrocarril. Cuenta con un  auditorio para 300 personas, escenario para música y teatro, talleres, espacio multimedios, y además de servicio de Internet, negado por las empresas privadas, temerosas de ingresar en territorio “enemigo”.

 

Ahora en octubre se inaugurará una muestra patrimonial con obras de 40 artistas argentinos y latinoamericanos consagrados.

“Es la primera vez que el Estado tiene presencia activa en la villa” destacó la Presidenta. Y aún más, como un gesto que la ratifica, el Secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, ya ha mudado allí sus oficinas. No es un funcionario villero, sino, según sus propias palabras,”un Secretario de Cultura que está en la Villa”. Que no es lo mismo.

 

El proyecto nació a partir de la base del trabajo que venían realizando  “Pepe” y otros curas en el asentamiento con distintos talleres desde 1998. Y según relata Nidia Zarza a Miradas al Sur, debieron unificarse los liderazgos para continuar con el proceso de transformación. Hoy, ella es Directora de la casa de la Cultura, Víctor Ramos, es el Coordinador General de la institución con la Secretaría y Cristian Heredia, preside la Junta Vecinal. Primero fue la idea de solicitar la instalación de una Casa del Bicentenario. “Después la Secretaría de Cultura se jugó más que nosotros y nos salió con que iba a ser la Casa de la Cultura, y después la sede de la Secretaría de Cultura... ¡No sé quién está más loco! Aun ahora que tenemos un vínculo de más confianza, que lo he visto defender este proyecto como algo inspirador y propio, me asombra ver a Coscia caminando por los pasillos para ir cortarse el pelo…”, rememora Zarza. Y nadie mejor que ella para interpretar los alcances del proyecto:” Desde mi mirada de quien creció en un barrio humilde, creo que es un cambio de paradigma de lo que se considera cultura. Va a servir tanto a la gente de estos barrios como a la gente que no vive en ellos: es un canal para el intercambio, una herramienta posible para quebrar esa idea de adentro–afuera. Nadie debe monopolizar la definición de cultura. Existe una cultura villera y es muy denostada no sólo por la discriminación sino también por la falta de difusión de las actividades culturales que surgen dentro de las villas. Los medios se hacen eco de los sucesos trágicos, trabajan con el estereotipo, con las páginas más sangrientas. Por un lado reconozcamos que como sociedad consumimos lo trágico; por otro, que nos cuesta aceptar todo lo que hace a lo diferente. Hay que dar más difusión, abrir la puerta de las villas para que otra gente, que no las conoce, pueda informarse y romper esa ignorancia.”

 

Todo parecería indicar que no se trata de mero oportunismo político como dejaron entrever despreciativamente los periodistas estrella de los grandes medios concentrados, sino de una política cultural que viene desde antes, desde que en el 2003 el Presidente Néstor Kirchner decidió recuperar el Estado Nacional para ponerlo en función de los intereses del pueblo argentino. Un rotundo cambio de modelo también en la cultura: el Estado como promotor y facilitador de distintas actividades culturales, en diversas poblaciones en todo el territorio nacional.

 

Tal cual lo explica Nidia Zarza: “Una cosa es la autogestión desde la población civil y otra cosa es que el Estado se presente en acompañamiento, fortaleciendo y dando valor a la cultura villera. En las villas el Estado siempre tuvo un papel de policía; en nuestro barrios nunca se vio que la máxima autoridad de la cultura en Argentina tomase la decisión política de venir a una villa, reconocer lo bueno que se estaba haciendo y decidir un acompañamiento. Porque esto fue una labor conjunta: el Estado no llegó y se impuso, sino que decidió venir a raíz de la gran movida cultural que existía en la Villa 21.”

 Ningún prodigio entonces. Sólo política.

 

 

*Periodista y Poeta.  Director del Suplemento Cultural de diario La Voz de Junín

Cultura y milagro. El valor de los gestos

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Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

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