top of page

 

 

Se sigue hablando del “relato” kirchnerista. Y es como si se lo hiciera para naturalizar, desde distintas oposiciones, la idea de un relato singular. En el debate político se tiende a resumir, a unificar la posición del adversario para que la acusación se oiga más nítida.

 

 

Por Oscar Steimberg

(para La Tecl@ Eñe)

Se habla -se sigue hablando- del “relato” kirchnerista. Y es como si se lo hiciera para naturalizar, desde distintas oposiciones, la idea de un relato (o de una ficción de relato)  singular. En el debate político -y más, claro, en sus momentos de denuncia o acusación- se tiende a resumir, a unificar la posición del adversario para que la acusación se oiga más nítida. Pero ocurre que los hechos y discursos que fueron haciendo relato durante los gobiernos de los Kirchner fueron varios: daban cuenta de plurales cursos de acción, a partir de distintas situaciones originantes, con sus diferentes inicios problemáticos,  sus confrontaciones entre amigos y enemigos y –en sus distintas versiones- sus triunfos, fracasos o postergaciones; y cada uno con los reconocimientos, desconocimientos e impugnaciones que vienen recibiendo los héroes de relato desde que hay costumbre de contar y de escuchar.

 

No es el mismo relato el que puede referir, por ejemplo, a reasunciones por el Estado de roles en la orientación de la economía que el que parte del registro de medidas acerca de la jubilación o de la asignación por hijo, o el que informa sobre inicios, reinicios y efectos de los juicios contra el terrorismo de estado, o el que tematiza debates y refundaciones jurídicas relacionadas con las diferencias de género o el que llama a reconocer las acciones de apoyo a la educación y la investigación o el que recorre las posibilidades de producción y circulación de la comunicación propuestas como objetivo por la Ley de Medios.  En cada caso, un relato se construye y se vuelve a construir, a la manera como se construyen todos los relatos del mundo: partiendo del registro de una carencia, de un daño o de un agravio, un sujeto social asume la responsabilidad de la defensa o la respuesta, elige procedimientos para la acción, recibe apoyo de sus compañeros y ataques de sus enemigos y sus logros son reconocidos por unos y  negados por otros. En cada tiempo político, en los ya pasados y en los que quedan por venir, en cada campo de realización de los proyectos y las acciones desarrolladas en cada caso un relato se hace posible (y necesario), si se trata de contar e interpretar la historia de una aventura, o de un trabajo, o de una gestión.

 

Pero, por supuesto, es cierto que hay discursos políticos en los que un relato (uno, entre los varios que inevitablemente coexisten) toma la escena. Y que hubo tiempos en que en general era así; en que un relato ideal se presentaba  y se asumía como historia deseada para la articulación entre presente y futuro. Hoy sigue ocurriendo, sólo que con una exposición mucho menor, mucho menos frecuente en la instancia de la narración y la escritura. Como si el Presente reclamara una atención novedosamente abarcativa en lo que respecta a los saberes sobre su composición, en momentos en que parece debilitarse -como se ha dicho de distintos modos- la fuerza convocante de las utopías, pero no la de los proyectos políticos. Que en todos los casos se siguen formulando narrativamente, aunque se tematice como relato solamente la palabra de enfrente. Y aunque en los momentos de impugnación al adversario se apele, también, a la (des)calificación del otro como narrador. Y llegando por otro lado, en el relato propio, a la conversión del relato en consigna, por la vía de la simplificación y la reiteración que son funcionales al enfrentamiento permanente, llegando en ese esfuerzo de síntesis a niveles de esforzada abstracción. Desde algunos de esos esquemas descriptivos, el kirchnerismo tendría sólo un relato, a pesar de que en él habría que incluir variantes sorprendentemente diversas de significación. En los relatos que cuenta esa oposición, cada campo de acciones es considerado como efecto de la existencia de un solo relato general: el que tendría como protagonista a un conjunto de personajes adueñados del poder para alcanzar objetivos espurios; por ejemplo, los de la corrupción en el manejo del poder económico, o, aun más simplemente, los de la ambición personal de poder. Cada relato anti K suele construirse como expansión de un momento separado de una serie, y mostrado como de tratamiento necesario y urgente; acompañado de un microrrelato de lo que habría que hacer para salvarse de la catástrofe, postergando entonces todo lo demás.


Había una frase que circulaba después del golpe militar del 55, con respecto a lo que podía hacerse con la economía del país: “en dos años de no robar, esto se arregla”. Puede pensarse que cuando se quiere llegar a esos niveles de simplicidad y de síntesis, el reconocimiento de la condición plural y diversa de los hechos sociales dificulta insalvablemente la construcción de una acción política que solo podrá actuar como tal si deja de percibirse la complejidad de la situación enfrentada y la de los propósitos de cada una de las fuerzas actuantes, cada una empujada por las confusas, plurales y a menudo indecibles razones que suelen alentar por detrás del empobrecimiento temático necesario para coincidir en esa simplificación extraordinaria.

Pero volviendo al relato: puede decirse que esos discursos van componiendo, ellos también, un conjunto folklórico de fragmentos narrativos, coincidentes en su condición de partes de un relato simplísimo, que ni siquiera tiene personajes buenos y malos: hay apenas unos malos a los que correspondería sacar del poder.

 

Sobre relato K y folklore de oposición

 
  • Wix Facebook page
  • YouTube Classic
  • Wix Twitter page
  • Wix Google+ page

A todos aquellos que deseen reproducir las notas de La Tecl@ Eñe: No nos oponemos, creemos en la comunicación horizontal; sólo pedimos que citen la fuente. Gracias y saludos. 

Conrado Yasenza - Editor/Director La Tecl@ Eñe

Para jugar con los parecidos: aunque resulte paradójico, podría afirmarse que hay algo de narrativa  popular en cada una de las versiones de ese relato de la oposición: es de una altísima síntesis, de una extraordinaria previsibilidad en sus descripciones, sus conceptos y sus imágenes. Hay una invariable sencillez y economía en la comunicación de sus temas y motivos, como la que los especialistas encontraron en el cuento popular. Pero en el cuento popular se ha encontrado una inabarcable riqueza de versiones y motivos… las diferencias entre esa construcción narrativa y el cuento popular son tan importantes como sus parecidos: en esas versiones sólo se reproduce su componente de brevedad y reiteración.

 

Pero volviendo a las postulaciones acerca de la existencia de un relato oficial. Problema: tiende a ser varios, y para llegar a una instancia descriptiva de la situación cada uno parece reclamar que sean también reconocidos los otros. Que hablan de acciones orientadas hacia objetivos también diversos, prometiendo, por ejemplo, que:


-Habrá cuidado y oportunidades para los desprotegidos y los marginados.
-Habrá aceptación y respeto en relación con las diferencias de género.
-Habrá políticas de autonomía y fortalecimiento económico para el país y la región.

-Habrá justicia para las víctimas de la violencia de estado.
-Habrá jubileo para los viejos.
-Habrá reconocimiento de la limitación de todo conocimiento; y entonces apoyo para los que crean e investigan.
-Habrá mayores posibilidades de acceso a la producción y el juego con la palabra y la imagen.

 

 

Se trata de ejemplos, y es seguro que no dan cuenta de todo. Y que en la política de cada día puede haber componentes de mentira y verdad. Pero la reiteración de una acusación, que también puede tenerlos, no da cuenta de ese discurso ni de las acciones a las que remite. Ni, seguramente, de lo real que hace su contemporaneidad.

 

 

*Semiólogo y escritor

 

 

 

bottom of page